Podcast: Grand Central Madison

Volviendo a las calles de Nueva York y a Grand Central, hablamos hoy de la nueva apertura de la estación Grand Central Madison mediante la cual el Long Island Railroad se conecta finalmente con Grand Central Terminal

Podcast: Stanford White. Vida y muerte del arquitecto de la Gilded Age

Escucha el podcast aquí

Es la noche del 25 de junio de 1906. 

En el teatro al aire libre situado en la cubierta del Madison Square Garden, el recinto de espectáculos cuya segunda encarnación inaugurada en 1890, situado entre la calle 26 y Madison Avenue y coronado por una torre inspirada en la Giralda de Sevilla,  se representa la obra Mam’zelle Champagne, la comedia musical más destacada del momento en el panorama de variedades de Broadway.

Entre el público, una figura ilustre por aquellos días en los círculos de la vida cultural y social de Nueva York.

No es otro que Stanford White, arquitecto socio del triunvirato director de la ya prestigiosa firma McKim, Mead & White, los cuales durante esos años sembrarían Nueva York, así como otras ciudades de los Estados unidos con una pléyade de edificios y monumentos que pasarían a formar parte indiscutible de la historia de la arquitectura de finales del Siglo XIX y principios del XX.

El Madison Square Garden

Evelyn y Harry Thaw

Unas horas antes, alrededor de las seis de la tarde de ese mismo día, la joven Evelyn Nesbit salía de su suite en el hotel Lorraine, en la Quinta Avenida.

Evelyn se reúne en un bar cercano con Harry Thaw, un millonario de Pittsburg dedicado al negocio del carbón y el ferrocarril, con el que había contraído matrimonio un año antes, en abril de 1905.

Tras acabar Harry el tercero de sus tragos, la pareja se dirige al cercano Café Martin, un local emblemático en el Nueva York de principios del siglo XX, situado en la esquina de la calle 26 con la Quinta Avenida.

En el transcurso de la cena compartida con otros dos amigos, la joven se conmociona al ver entrar al restaurante al propio Stanford White, con quien ella había mantenido una polémica relación solo unos años antes.

A pesar del calor casi récord registrado en Nueva York ese día, Evelyn Nesbyt, como recordaría más tarde, se quedaría congelada en su sitio por el  miedo ante la posible reacción de su ahora esposo si llegaba a cruzarse en el camino del arquitecto. 

Su marido, al notar el cambio en el estado de ánimo de su esposa, pregunta a Evelyn si todo iba bien o algo había ocurrido.

Ella le escribiría en una discreta nota: «White estuvo aquí pero ya se fue». 

Después de leer esta nota, Harry Thaw mantendrá sus impulsos sorprendentemente bien disimulados, según le pareció a Evelyn, hasta después de la cena, momento cuando se dirigió a recuperar su sombrero de paja del guardarropa del restaurante para ponerselo con brusquedad con tal fuerza hasta el punto de romper una de sus alas. 

Al salir del restaurante, Harry le anuncia que había adquirido entradas para un nuevo musical, Mamzelle Champagne, que se estrenaba esa noche en el teatro al aire libre en la azotea del Madison Square Garden.

Evelyn Nesbit

El asesinato

En algún momento durante el programa, Thaw se enteraría de que Stanford White planeaba asistir a ver parte de la representación. 

Más tarde, los testigos informarían haber visto a Thaw paseando por la parte trasera del teatro «como un tigre enjaulado». 

Poco antes de las once, cuando el espectáculo se acercaba a su fin, Stanford White ocupa su asiento habitual, en una pequeña mesa,  a solo cinco filas del escenario.

Harry tardará solo unos minutos en darse cuenta de la entrada de su archienemigo, pero una vez lo hizo, se puso de pie con una mirada aturdida en sus ojos. 

Evelyn le sugirió que se fueran y así comenzaron a dirigirse hacia el ascensor. Pero mientras Evelyn conversaba brevemente con un amigo con el que se habían cruzado, Harry Thaw se escabulle.

En el escenario, mientras la fila de coristas canta «I Could Love a Thousand Girls», la audiencia escucha una ráfaga de disparos, seguida posteriormente por dos disparos más. 

Evelyn sabría de inmediato lo que había sucedido. «¡Le ha disparado!» gritaba ella. 

Mientras la sangre de Stanford White se derramaba sobre el mantel de su mesa volcada, Harry Thaw gritaba su triunfo: 

«¡Lo hice porque arruinó a mi esposa! ¡Se lo merecía! ¡Se aprovechó de la niña y luego la abandonó!» 

White había recibido dos disparos en la cabeza y uno en el hombro. 

El primer disparo lo recibió desde una distancia de apenas dos metros, después de que Thaw se dirigiera directamente a la mesa de White sacando un revólver de debajo de su abrigo. 

El segundo y el tercer disparo llegaron desde una distancia aún más cercana, tal vez solo a medio metro.

A las tres de la mañana del día siguiente, Thaw seria acusado de asesinato y escoltado desde la comisaría hasta la prisión llamada popularmente The Tombs, en el bajo Manhattan. 

Evelyn Nesbit lograría escapar del acoso de la prensa (ganándose el apodo de «la chica Houdini») y pasaría dos noches sin dormir encerrada en el departamento de un amigo en el distrito de los teatros. 

Mientras tanto, la ciudad se llenaba de rumores sobre los posibles motivos del asesinato, e incluso el estudio de Thomas Edison trabajaria horas extras para acelerar una versión cinematográfica de Rooftop Murder para los cines.

El informe de la autopsia, hecho público por el testimonio del forense en el juicio de Thaw, además de las evidentes causas de la muerte,  reveló que White tenía graves problemas de salud, como de la enfermedad de Bright, una tuberculosis incipiente y deterioro severo del hígado.

The Gilded Age

Vivimos un periodo histórico en Estados Unidos denominado como la Gilded Age, la edad dorada, comprendida entre la década de 1870 y la de 1900 y que como toda era está sujeta a diversas interpretaciones en cuanto a sus implicaciones económicas y sociales.

Algunos, como el mismo Mark Twain (el que acuñaría el periodo con este nombre en su novela homónima), y amigo personal de Stanford White, se refiere a esta era como en la que un barniz de prosperidad material cubría los florecientes problemas sociales estadounidenses. 

La arquitectura y la vida personal de Stanford White podrían describirse en los mismos términos.

Para otros autores, la Gilded Age, fue un periodo de rápido crecimiento económico, especialmente en el norte y oeste de los Estados Unidos. 

A medida que los salarios estadounidenses aumentaron mucho más que los de Europa, especialmente para los trabajadores cualificados y la industrialización exigía una mano de obra no cualificada cada vez mayor, este período sería testigo de una afluencia masiva de millones de inmigrantes del viejo continente.

La rápida expansión de la industrialización condujo además a un crecimiento de los salarios reales del 60% entre 1860 y 1890, y se propagaría por una masa laboral en constante aumento. 

El salario medio anual por trabajador industrial (incluidos hombres, mujeres y niños) aumentó de 380 dólares en 1880 a 564 dólares en 1890, un aumento del 48%. 

Por el contrario, la Gilded Age, también fue una era caracterizada por pobreza y desigualdades sociales abyectas, ya que millones de inmigrantes, muchos de ellos de regiones empobrecidas, llegaban a Estados Unidos produciendo que la alta concentración de la riqueza se volviera más visible y polémica. 

Pero la Gilded Age también supuso un vuelco radical en la cultura popular en EEUU.

Durante este periodo, la cultura popular se convirtió en un aspecto muy importante de la sociedad debido al surgimiento de la cultura del ocio y el consumismo masivo. 

Los jóvenes serían entonces ya los mayores consumidores durante estos años, mientras que sus mayores generalmente menospreciaban estas nuevas tendencias, viéndola como impactante e inmoral. 

Andar en bicicleta, el disfrute de los espacios naturales y los parques públicos crecieron en prominencia entre estos estratos sociales jóvenes y emergentes.

La impresión también se hizo más barata, lo cual condujo a un aumento en la publicación de periódicos, novelas baratas y libros de bolsillo. 

La poesía vería un aumento en popularidad con poemas que eran típicamente optimistas y fomentaban el progreso.

Las obras de teatro también se hicieron populares durante The Gilded Age siendo la obra de teatro más popular durante este tiempo, La cabaña del tío Tom. 

El Vaudeville, que era un género teatral de entretenimiento de variedades y se hizo muy popular durante The Gilded Age. 

Fue llamado «el corazón del mundo del espectáculo estadounidense» y fue uno de los tipos de entretenimiento más populares en América del Norte durante varias décadas. 

El Ragtime o Rag era un estilo de música basado en ritmos complicados que fue también muy popular durante esta Edad Dorada. Este estilo musical cuenta  con ritmos rápido y tiene sus raíces en las músicas tradiciones populares afroamericanas.

A su vez, debido a este aumento del consumismo masivo, los grandes almacenes se convirtieron en un desarrollo clave. 

En 1858, se fundaba Macy´s aunque la mayoría de los grandes almacenes estaban dirigidos por familias y estaban orientados principalmente  a la clase más acomodada.

Los deportes se hicieron muy prominentes por aquel entonces, viendo por primera vez la creación de un equipo de béisbol profesional, junto con el boxeo y las carreras de caballos. 

Mientras que las carreras de caballos generalmente se asociaban más con la clase alta, el béisbol y el boxeo serían más comunes entre la clase media.

También se caracteriza este periodo histórico por ser en el que los 250.000 nativos americanos que todavía  vivían en las Grandes Llanuras fueron confinados a reservas mediante la negociación de tratados tras 30 años de guerra con el gobierno.

Stanford White

Orígenes personales de Stanford White

Stanford White nace en Nueva York en 1853, hijo de Richard Grant White, un erudito de Shakespeare, y Alexina Black.

Su padre,un dandi y anglófilo con poco dinero, tenía en cambio muchas conexiones con el mundo del arte de Nueva York, incluido el pintor John LaFarge, el artista de vidrieras Louis Comfort Tiffany y el arquitecto paisajista Frederick Law Olmsted.

White realmente no recibió una formación arquitectónica formal o académica y como muchos otros arquitectos de la época, adquirirá el oficio como aprendiz. 

A la edad de 19 años, Stanford White ingresó como aprendiz en la oficina de arquitectura de Gambrill and Richardson, donde conocería a Charles Follen McKim.

Ya en 1878, White sintió que debía estudiar arquitectura en Europa. 

Durante casi dos años vivirá en París y viajará mucho en Francia y Europa, a veces con el propio McKim y el escultor Augustus Saint-Gaudens, haciendo bocetos de edificios y de detalles arquitectónicos, adornos medievales y armaduras.

Su atención por los detalles

Cuando regresa a Nueva York en septiembre de 1879, se une a los dos jóvenes arquitectos, McKim y Mead, para establecer la firma McKim, Mead and White. 

Los dos socios fundadores, Charles Follen McKim y William Rutherford Mead, fueron gigantes en la arquitectura de su tiempo y siguen siendo considerados como innovadores y líderes en el desarrollo de la arquitectura moderna a nivel mundial. 

Los tres, como parte de su asociación, acordaron acreditar todos los diseños de la empresa como obra colectiva de la misma, y no atribuirela a ninguno de los tres arquitectos socios individualmente.

Este trío, a través de sus obras llegaron a definir la práctica arquitectónica, el urbanismo y los ideales del Renacimiento estadounidense en el fin de siglo de Nueva York.

Formarían parte de una escuela de arquitectos de formación clásica pero también tecnológicamente muy hábiles que ejercerán la profesión hasta mediados del siglo XX.

Según algunos autores, solo Frank Lloyd Wright sería más relevante para la identidad y el carácter de la arquitectura americana moderna.

Si bien McKim y Mead se sintieron inicialmente atraídos por Stanford White por sus diseños de interiores, este demostró ser un valor esencial en todos los aspectos. 

Con una combinación distinta de estilos, se basaba en gran medida en las estructuras europeas históricas para imbuir a las de los Estados Unidos con su buscada majestuosidad. 

Sus viajes además,  alimentaron especialmente una pasión por la belleza, que condujo a una práctica interdisciplinaria en la que se consideraron todos los componentes de la presencia de la arquitectura, desde el paisajismo hasta los más pequeños detalles como los marcos de cuadros.

Pennsylvania Station

Los primeros encargos de White fueron para residencias privadas y monumentos. 

Como obra fácilmente localizable hoy en un espacio publico, diseñó el pedestal para el Monumento Farragut de Saint-Gaudens en Madison Square Park.

Las grandes obras 

Para conmemorar la toma de posesión como presidente de George Washington, White recibió el encargo de diseñar un arco de madera en 1889 en Washington Square, en el entronque de éste con la quinta avenida.

Tras la celebración, el público insistió en un arco permanente en piedra, que se completó en 1892. 

El precedente de este arco es claramente romano; la combinación clara y concisa de las ideas ornamentales clásicas es la firma de White.

En la biblioteca sonora de este podcast hemos hablado largo y tendido de dos grandes edificios públicos como la Pennsylvania Station o la James A. Farley Post Office Building, de los cuales hoy en día solo podemos revisitar el último de ellos, con su nueva adaptación para acoger al Moynihan Train Hall.

Fuera de Nueva York, la Boston Public Library destaca dentro del repertorio de McKim, Meade and White, siendo la tercera mayor biblioteca pública de EEUU, únicamente por detrás de la Biblioteca del Congreso y como no, la New York Public Library.

En este podcast también hemos hablado largo y tendido sobre los avatares y edificios que bajo el  nombre de “Madison Square Garden” se han construido y demolido en Nueva York en los últimos 150 años. 

Una de esas iteraciones, el Madison Garden de 1890, proyectado por el propio despacho de Stanford White, seria a la vez, en un tragico y macabramente ironico giro del destino, la escena de su propio asesinato.

White diseñó el Madison Square Garden como un centro de eventos espectaculares. Respaldado por un grupo de inversores neoyorquinos adinerados, incluido el propio White, este audaz proyecto demostró ser poco sostenible desde el punto de vista financiero, pero continuó durante muchos años sirviendo a una necesidad pública. 

Su diseño ofrecía color, alegría, exotismo español y una consistencia en el estilo.

En la división de proyectos dentro de la firma, White consiguió la mayoría de los encargos de casas particulares. 

En una época sin realistas visualizaciones informáticas fotorrealistas,  la  fluidez de White en el dibujo resultaba muy convincente para los clientes que no lograban obtener mucha comprensión de un plano de planta, y su intuición y facilidad para la representación captaron la fantasía de estos clientes.. 

White vivía en cierto modo la misma vida que sus clientes, aunque no tan lujosamente, y sabía cómo tenía que funcionar la casa: como un hotel de primera categoría, un vestíbulo de teatro o un decorado teatral con referencias históricas apropiadas. 

Era un diseñador hábil, que estaba listo para hacer una portada para Scribner ‘s Magazine o diseñar un pedestal para una  escultura. 

Extendería los límites de los servicios de arquitectura para incluir en ellos la decoración de interiores, el comercio de arte y antigüedades, e incluso la planificación y el diseño de fiestas. 

Extrovertido y sociable, poseía un gran círculo de amigos y conocidos, muchos de los cuales se convirtieron en sus clientes. 

White tuvo una gran influencia en el «estilo Shingle» de la década de 1880, en el estilo neocolonial y en las cabañas de Newport por las que es célebre.

Las casas de White en Long Island han sobrevivido bastante bien, a pesar de la pérdida de Harbor Hill en 1947, originalmente ubicada en Roslyn. 

Como era típico de la Guilded Age, el arquitecto poseía un amor descarado por la ornamentación y lo exótico. 

White combinaría azulejos de Delft con los de una mezquita islámica y además agregaría elementos metálicos de un templo japonés. 

Operaba a un nivel puramente visual, muy desarrollado, sin pautas culturales o límites. Si se veía bien, lo ponía.

Fue tal la actividad arquitectónica de White que exploraría también campos menos convencionales de la profesión, llegando incluso a participar en el desarrollo de  la Torre Wardenclyffe para Nikola Tesla, también en Long Island, fue una de las primeras estaciones experimentales de transmisión inalámbrica.

Evelyn Nesbit

Tras el personaje profesional y social., Stanford White había ocultado su carácter de depredador sexual,, ayudándose de la apariencia de ser un hombre casado y «respetable». 

En 1884 se había casado con Elizabeth «Bessie» Springs Smith, una joven de 22 años, y descendiente del fundador del poblado de  Smithtown en la costa norte de Long Island. 

En el vecino pueblo de St. James, White diseñaría para su uso Box Hill, un refugio de verano que sirvió como lugar de exhibición de su gran pericia estética, y que  todavía hoy es propiedad de sus herederos.

Después de una fastuosa boda, el matrimonio White se tomaría una luna de miel de seis meses viajando por Europa y el Cercano Oriente, comprando abundantes antigüedades y fragmentos arquitectónicos para su propia colección y la de sus clientes. 

Una vez de vuelta en Nueva York, White se convirtió en toda una sensación con su ropa llamativa, cabello rojo y bigote, además de una personalidad exuberante.

El biógrafo de White, Brendan Gill, describe al arquitecto como un «hombre grande, fanfarrón, abierto y adorable de gran talento, y además…. un sátiro». 

Stanford White manifestaba un deseo casi insaciable por las chicas jóvenes y el sexo salvaje. 

En 1887, White junto con un grupo de adinerados  libertinos de Nueva York fundarían el Sewer Club, un lugar para beber y cometer estos excesos sexuales lejos de la mirada de la opinión pública.

Además, las chicas que atraían  parecían encontrar irresistible el dinero y el poder de White, lo que le permitía mantener varios asuntos simultáneamente. 

La propia nieta de Stanford White, Suzannah Lessard, en su biografía titulada “Architect of Desire”, describe a su antepasado como «sexualmente descontrolado”.

Para satisfacer este apetito por las mujeres jóvenes, se citaba con muchas de ellas en su apartamento de varias plantas en Manhattan que contaba con una discreta entrada trasera en la calle 24. 

Allí, tenía una habitación pintada de verde y equipada con un columpio de terciopelo rojo suspendido del techo por cuerdas entrelazadas con hiedra. 

Según Simon Baatz, autor del libro de 2018 “The Girl on the Velvet Swing”, el arquitecto con sus adinerados compañeros de club, organizaba frecuentes orgías en este tipo en lugares secretos que se encontraban esparcidos por toda la ciudad.

Evelyn Nesbit, era todavía una adolescente cuando conoció a Stanford White, pero su imagen era ya muy popular por aquellos días gracias a su aparición en diversos espacios publicitarios publicados a lo largo y ancho de la ciudad.

Con la aprobación de su madre, White entabló una llamada «relación de cuidado» con la aspirante a actriz en 1901, lo que le ayudó a establecerse en la sociedad. 

Evelyn no solo fue al dentista a expensas de White, que encontraba que los dientes en mal estado eran muy desagradables, sino que también trasladó a la joven y a su madre desde una humilde pensión a un hotel. 

White le proporciona a Evelyn una asignación semanal sorprendentemente generosa de $25 y, según la biografía de Lessard, la obsequiaría con costosos regalos, que incluían una gran perla con una cadena de platino, un juego de pieles de zorro blanco, un anillo de rubí y diamantes y dos anillos de diamantes en solitario , que le regaló en Navidad, que a su vez resultó ser también su decimoséptimo cumpleaños.

La llamada «relación» pareció haber durado alrededor de seis meses, aunque luego, la versión oficial que se adoptó en sociedad es que se mantuvieron en términos de cortesía socialmente hablando.

El juicio del siglo

El juicio del siglo

El juicio por el asesinato de Stanford White por parte de Harry Thaw de se iniciaria el 4 de Febrero de 1907.

Durante éste, el mundo se enteraría de que al principio de su relación, White había invitado a la adolescente Nesbit a cenar en su apartamento, le sirvió champán posiblemente mezclado con algún estupefaciente y luego la violaría después de que esta se desmayara.

Cubriendo el juicio, el propio Mark Twain, publicaría que toda la sociedad de Nueva York sabía desde hace mucho tiempo que White se dedicaba «con entusiasmo, diligencia, voracidad y sin remordimiento a la caza de niñas hasta su destrucción …”. 

En el estrado de los testigos, ante la audiencia de una sala de tribunal llena de hombres, Evelyn Nesbit relataría con el más mínimo detalle la historia de la persecución de White por ella, incluso hasta los detalles de su atroz victoria, “una victoria cuyos detalles bien podría decirse que no se pueden imprimir «.

El 1 de febrero de 1908,  y tras un año de intensa cobertura por parte de la prensa, el jurado absolvía al acusado, Harry Thaw, alegando demencia.

El juez también declaraba que la puesta en libertad de Thaw sería «peligrosa para la seguridad pública» y ordenó que lo enviaran al Hospital Estatal Psiquiátrico Mattawan, para criminales dementes «hasta que sea dado de alta por el debido curso de la ley». 

Harry Thaw, aparentemente esperando ser liberado inmediatamente después del veredicto del jurado, estalló en ira al escuchar las palabras del juez.

Siete años después, en junio de 1915, un jurado se reunía en la Corte Suprema de Nueva York para determinar si Harry Thaw estaba lo suficientemente cuerdo como para ser liberado de Mattawan. 

Evelyn Thaw, habiendo perdido cualquier sentimiento que hubiera tenido por Harry Thaw en el momento del juicio por asesinato, no ofreció testimonio esta vez. De hecho, se instaló temporalmente cerca de la frontera con Canadá para poder cruzar la frontera y abandonar el país en caso de que se le presentara una citación.

Harry testificaría con calma durante más de cinco horas. 

Cuando se le preguntó por qué esperó tres años para matar a White, Thaw respondería que: «No hay respuesta a esa pregunta. No puedo darle ni una siquiera. No había ninguna razón». 

El jurado encontró así  a Thaw lo suficientemente cuerdo. Dos días después, Harry Thaw era de nuevo un hombre libre.

El matrimonio de Harry y Evelyn sobrevivió solo unos meses más. 

En 1917, Thaw golpea salvajemente a un chico de diecinueve años, por lo que fue arrestado y devuelto al manicomio, donde permanecerá hasta 1924, falleciendo finalmente en 1947.

Después de divorciarse de Harry, Evelyn se casaría con su pareja de baile, Jack Clifford, pero ese matrimonio resultó de corta duración.

Nunca se volvió a casar. 

En 1955, una película titulada «La chica del columpio de terciopelo rojo» (protagonizada por Joan Collins en el papel de Evelyn Nesbit) reavivó el interés por la historia de Nesbit, White, Thaw. 

Ya en el momento del estreno de la película, Evelyn Nesbit vivía tranquilamente como una escultora de setenta y cuatro años en Los Ángeles. 

Evelyn Nesbyt falleció en 1967 por causas naturales.

Por su parte, Stanford White está enterrado en el cementerio de la Iglesia Episcopal St. James, cerca de su finca Box Hill, en Long Island.

Harry Thaw en prisión

Stanford White, tras su muerte, no se salvaría del frenesí acusador de la opinión pública, que ahora se hacía eco de lo que antes eran más que rumores, no solo criticándolo como el hombre despreciable que demostró ser, sino que también cuestionando sus logros profesionales como arquitecto. 

The Evening Standard concluiría que era «más un artista que un arquitecto», y su ecléctica obra hablaba de su «disolución social». 

Otra publicación, The Nation, también fue demoledora con su legado formal argumentando que :  adorna muchas mansiones adineradas estadounidenses con saqueos arqueológicos irrelevantes. 

Esta prensa no ahorraría términos en un lenguaje espeluznante para demonizar a White como un sibarita del libertinaje, además de un hombre que había abandonado las grandes y elevadas empresas artísticas y arquitectónicas en favor de las pulsiones más viciosas y depravadas.

Podcast: Moynihan Train Hall: primer paso hacia una nueva Penn Station

Caminamos por el West Side de Manhattan, aproximándonos a su calle 34, calle desde la cual no es difícil divisar en dirección Este la silueta del Empire State Building.

Estamos en una zona bastante bulliciosa de la ciudad, eminentemente comercial con establecimientos ya clásicos como los almacenes Macy ‘s muy cerca, o en dirección opuesta los recientemente estrenados Hudson Yards, con sus también nuevos centros comerciales, complejos de oficinas, hoteles y demás atracciones turísticas.

También, este entorno es el principal punto de llegada a la ciudad por ferrocarril, con el complejo de Penn Station, que sirve al acceso de transporte regional desde New Jersey, al otro lado del río Hudson, así como el Long Island Rail Road que conecta la gran isla de de mismo nombre con Manhattan, y además, los trenes de largo recorrido de la compañía pública de ferrocarril Amtrak.

Y es precisamente Penn Station y el entorno que la rodea, de nuevo la protagonista de esta historia, porque en estos pasados meses se han movido piezas en ese complejo y largo en el tiempo puzle encaminado a restituir, de alguna forma, el gran error histórico de la destrucción de la original Pennsylvania Station, y así dotar de nuevo a Nueva York de una estación ferroviaria moderna y funcional acorde al nivel de utilización que esta estación tiene.

Puede que nos estemos acercando a ello dentro de las iniciativas de modernización de las infraestructuras de transporte que se vienen impulsando en el último lustro.

Hace aproximadamente 3 años el estado de Nueva York emprendió un gigantesco plan de inversiones en infraestructuras de transporte a lo largo del estado que se traduciría en grandes obras, algunas de las cuales este año estamos viendo concluir.

A las nuevas terminales construidas en el aeropuerto de LaGuardia, incluido su nuevo AirTrain, que conectará estas terminales con la red del metro y que en estos días se ha aprobado por parte de la legislatura del estado, se sumarán las nuevas terminales actualmente en construcción o ampliación en el aeropuerto internacional JFK.

La gran interrogante en todo este grupo de infraestructuras del transporte es el futuro incierto todavía de la actual Penn Station, la estación ferroviaria con el mayor volumen de  tráfico de pasajeros diarios de todos los EEUU.

La James A Farley Post Office, es un edificio masivo que ocupa dos manzanas completas   – o city blocks-   que están delimitadas por las avenidas séptima y octava y las calles 31 y 33 en direction norte-sur.

Proyectado en el omnipresente estilo Beaux Arts, es obra de los mismos arquitectos que previamente habían concebido la original Penn Station, los McKim, Meade and White, y que fue construido inmediatamente a continuación de aquel histórico edificio perdido en la manzana contigua en su lado oeste en la década de 1960.

El motivo que propiciaría su construcción contigua al superlativo para el servicio postal era que la compañía ferroviaria promotora y propietaria de la original Pennsylvania Station, lo era también tanto de los túneles que desde ésta cruzaban todo el West Side de Manhattan y llegaban hasta el río Hudson, como de los terrenos ubicados sobre ellos, túneles que posteriormente cruzaban el río bajo su lecho hasta el vecino estado de New Jersey, conectando de ese modo con las demás regiones de la costa Este del país.

Fue así como la Pennsylvania Railroad Company propondría al gobierno federal la cesión de los derechos para construir sobre sus túneles una gran oficina postal, una  propuesta que sería tras unos años de incertidumbre e intrincasdas discusiones políticas, aceptada finalmente por el gobierno en 1903.

Sin embargo, no sería hasta el año 1908 cuando se convoca el concurso para seleccionar un diseño que materializase el deseo de crear esta gran oficina postal que sirviera a la postre a la gran metropolias en que Nueva York se estaba convirtiendo, tras el poceso de consolidación de los 5 boroughs.

Finalmente la firma seleccionada para esta colosal tarea, de nuevo McKim, Mead & White, aceptaría el desafío creativo con otra muestra de grandiosidad arquitectónica semejante a la que habían desplegado solo unos años antes en la Pennsylvania Station, a cuyo lado levantaban este nuevo coloso dedicado a servir a una ciudad con vocación de capital, algo buscado desde la década de 1890, pero que no encontraría las condiciones propicias hasta este momento.

En una primera fase, construida entre 1910 y 1914, el nuevo edificio se levantaría enfrentando a la octava avenida y la grasn Pennsylvania Station dialogando formalmente con ésta y ofreciendo una gran columnata corintia compuesta por 20 columnas de 16 metros de alto cada una que se apoyan en un basamento escalonado continuo a lo largo del frente del  edificio que proporciona acceso al vestíbulo principal y que sirven de apoyo para el gran entablamento que completa la fachada.

En él reza la inscripción, tomada del libro de Historias de Herodoto «Ni la nieve, la lluvia, el calor, ni la penumbra de la noche impiden a estos mensajeros completar sin demora las rondas asignadas», cita en la que se alaba el servicio de los mensajeros del rey Jerges I de Persia.

En los extremos de esta monumental fachada principal este, rematan el conjunto dos grandes pabellones rectangulares decorados con sendas hornacinas.

En sus fachadas laterales a lo largo de las calles 31 y 33, el edificio ofrece al viandante sendas columnatas de grandes pilastras planas.

A pesar de este lenguaje reivindicando la grandiosidad del mundo clásico, el edificio, revestido del clásico granito que ya describía Vitrubio con su opus isodomum, no podía estar más en consonancia con el signo de los tiempos en que se construía, contando en sus entrañas con una estructura portante de grandes elementos metálicos. 

Dentro de su entrada enfrentada a la Octava Avenida encontramos un gran vestíbulo de doble altura que es paralela al frente con columnas y que es dedicado a la atención al público que atendía -y todavía se atiende- en esta oficina postal.

Cada sección del techo del vestíbulo está decorada con emblemas nacionales  o escudos de armas de diez miembros de la Unión Postal en el momento de la construcción del edificio: los Estados Unidos, el Reino Unido, el Imperio Alemán, la Tercera República Francesa, el Imperio Ruso, el Reino de Italia, el Reino de España, Bélgica, Austria-Hungría y Países Bajos.

En 1939 el Departamento Postal de Estados Unidos anunciaba una ampliación de esta Oficina General de Correos para satisfacer la demanda en el servicion.

La parte occidental de la manzana, todavia desocupada, albergaría un anexo al edificio principal, así como una nueva sede postal para paquetería llamada Morgan Station.

De nuevo, la oficina de McKim, Mead & White fue contratada para la ampliacion.

En abril de 1931, el Departamento del Tesoro compraría esta mitad occidental de la manzana al ferrocarril de Pensilvania por 2,5 millones de dólares.

La extensión dell edificio fue ampliado entre 1932 y 1934 bajo el entonces director general de Correos James A. Farley.

El proyecto implicó la instalación de la viga más grande jamás contruida en la historia de la ciudad hasta ese momento, de 136 toneladas de peso, que se extendía 35 m sobre la vías del tren que debía salvar bajo ella.

Una vez puesto en servicio el complejo, durante el resto del siglo XX, aparte de sus funciones regulares consistentes en ser uno de los centros principales de clasificación y distribución postal de la región, este Oficina General de Correos organizaría eventos diversos como los de iluminación de árboles de Navidad.

Este edificio se convirtió en un hito o landmark designado por la ciudad de Nueva York en 1966 y fue incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos en 1973. 

En 1982, la oficina de correos de Penn Station se renombro como el Edificio James A. Farley que hoy conocemos, en honor al ex Director General de Correos que había impulsado la ampliación del complejo en la década de los 30.

Antes de la crisis financiera de 2009, la oficina de correos de Farley era la única oficina de correos de la ciudad de Nueva York que estaba abierta las 24 horas del día, los 7 días de la semana, pero como resultado de la recesión, sus ventanillas comenzaron a cerrarse a las 10:00 de la noche, un horario que todavía hoy mantiene y es muy popular a nivel local para hacer y recoger envíos postales tras la jornada laboral.

A principios de la década de 1990, el senador Daniel Patrick Moynihan comenzaría a impulsar un plan para reconstruir una réplica de la histórica Penn Station, en la que el mismo había trabajado como limpiabotas durante la Gran Depresión. 

En ese momento, Penn Station estaba sobrepasado en uso y el USPS planeaba trasladar gran parte de sus operaciones a otra instalación.

En 1994 se retiró la cornisa del edificio, que estaba tan deteriorada que habían empezado a caer trozos de piedra a la calle.

También se reemplazaron partes de la estructura de acero deteriorada.

Otra muestra reciente de la importancia que este edificio ha tenido en la vida de Nueva York, se dio durante los meses posteriores a los ataques al World Trade Center de Septiembre de 2001.

El edificio Farley sería fundamental para mantener los niveles de servicio en el área metropolitana de Nueva York ya que sirvió como respaldo y reemplazo para las operaciones de la oficina del Servicio Postal de Church Street frente al complejo del World Trade Center, que había sido destruida.

Ya en octubre de 2002, el gobierno del estado de Nueva York acordaría comprar el edificio Farley al USPS por la cantidad $230 millones, con la esperanza de que la visión del senador Moynihan de una nueva Penn Station, se hiciera realidad algún día en un futuro no lejano.

EL 1 de Enero de 2021, apenas unas horas después de que la bola cayera en Times Square para marcar la llegada del nuevo año, se inauguraba una nueva era para el transporte ferroviario de pasajeros a solo 10 manzanas al sur.

Este día se inauguraba y abría al público, con la presencia de las máximas autoridades del estado de Nueva York, el Moynihan Train Hall de Pennsylvania Station, en honor al ya mencionado senador de Nueva York, Daniel Patrick Moynihan (tenaz impulsor de este proyecto desde los años 90) , proporcionando  así  una renovación muy esperada y a la vez muy necesaria. 

El proyecto, con un coste de 1600 millones de dólares había tardado tres años en construirse y es en cierta medida un intento de remediar los errores del pasado, cuando la original y opulenta estación de Pennsylvania fue demolida en la década de 1960 para dar paso al Madison Square Garden y todo el complejo subterraneo de Penn Station.

Este anexo a Penn Station que da acceso a esta desde el corazón del edificio de la oficina postal James A. Farley, es un proyecto concebido por la firma SOM, autora de muchos otros emblemáticos proyectos tanto en la propia Nueva York, como a lo largo de los 5 continentes.

El proyecto, a pesar de las abultadas cifras de su presupuesto y tiempo de construcción, se basa fundamentalmente en la creación de un gran vestíbulo en uno de los patios del edificio Farley, donde anteriormente se encontraba la gran sala de clasificación del correo, con una gran cubierta a modo de gigantesco lucernario sostenido por tres  grandes cerchas de acero roblonado, originales del edificio pero que anteriormente se encontraban ocultas a la visión del usuario y que ahora, gracias a esta gran cubierta acristalada, son al fin visibles, y tratan de evocar a la original Penn Station, dando carácter a este gran nuevo vestíbulo, conectando visualmente desde su interior con el entorno de la ciudad y los edificios que rodean esta manzana.

En el centro de este gran espacio, pende un gran reloj de inspiración art Deco pero con influencias cubistas, según otros, diseñado por el arquitecto Peter Pennoyer.

Desde este vestíbulo principal, el viajero que ha podido esperar en las distintas salas de espera y zonas de restauración adyacentes, puede descender a 9 de los 11 antenes de Penn Station que bajo él discurren y tomar un tren a su destino en Long Island u otras ciudades del Este del país.

Si bien este nuevo gran vestíbulo no resiste la comparación con la majestuosidad del Main Concourse principal, con sus techos de constelaciones en Grand Central Terminal, servirá para dar una bienvenida mucho más agradable a los viajeros que llegan a Penn Station.

La adición de obras de artistas reconocidos agrega al proyecto un ambiente de celebración, un sentido de orgullo en la esfera pública, un método que el estado de Nueva York ha priorizado en puntos de tránsito similares como las cuatro estaciones a lo largo de la ampliación línea del metro Q de la Segunda Avenida (con piezas de Chuck Close, Jean Shin, Vik Muniz y Sarah Sze) así como en la nueva Terminal B en el aeropuerto de La Guardia con instalaciones de estos y otros artistas.

El Moynihan Train Hall sirve a 17 de las 21 vías que parten de Penn Station, y que son utilizadas por el Long Island Rail Road y Amtrak. 

Los andenes que sirven a las cuatro vías más al sur, utilizadas por NJ Transit, no se pudieron extender hasta el nuevo anexo de la estación. 

El plan es que el Moynihan Train Hall  preste también en un futuro próximo servicio al Metro-North Railroad, la principal línea de cercanías que sirve a los suburbios del norte de la ciudad cuando se complete el faraónico  proyecto  East Side Access.

Al mismo tiempo que veíamos las obras del Moynihan Train Hall, lentamente tomar forma durante los últimos años, una mega construcción se ha venido desarrollando silenciosamente bajo los pies de la ciudad, horadando mediante poderosas tuneladoras el lecho rocoso de Manhattan para crear un nuevo y muy necesario enlace ferroviario entre las dos grandes estaciones terminales que todos conocemos: Grand Central Terminal y Penn Station. 

East Side Access, el túnel que ya hoy las conecta, es uno de los proyectos de infraestructura de transporte más grandes que se están llevando a cabo actualmente en los Estados Unidos. 

Ofrecerá una vez puesto en servicio la posibilidad de llevar el servicio del LIRR directo en un nuevo gran hall de ocho andenes bajo Grand Central Terminal, situada como sabemos, en el East Side de Manhattan, conectando así las dos redes de ferrocarril metropolitanas del estado y que se espera reduciría los viajes diarios a Manhattan en hasta 40 minutos para determinados viajeros, así como un acceso ferroviario al aeropuerto internacional JFK más rápido desde este lado este de Manhattan.

El proyecto abarca obras en múltiples ubicaciones en Manhattan y Queens, y se extiende a lo largo de más de doce kilómetros de túneles.

Y la pregunta ineludible sigue siendo: Cuál es el futuro último de Penn Station.

Actualmente el estado de Nueva York se encuentra inmerso en el estudio de las opciones y diferentes propuestas para renovar y revitalizar este vital hub de transporte por tierra.

Estas opciones contemplan en todo caso el mantener en su lugar el recinto del Madison Square Garden y se centra en la creación de nuevos accesos al complejo así como nuevos grandes vestíbulos que propicien una comunicación más fluida con los distintos trenes a tomar por parte de los viajeros.

La primera sería una alternativa considerada como de un solo nivel, que eliminaría todos los intrincados espacios de techos bajos que ahora existen y el 40 por ciento del nivel superior existente de Penn Station, para crear una nueva infraestructura de un solo nivel con amplios vestíbulos públicos con alturas de planta equivalentes a dos y tres pisos de altura. 

Este planteamiento se traduciría en mayores espacios abiertos con claras líneas de visión y un mejor acceso a los andenes y accesos de la estación. 

Según los comunicados de prensa de las autoridades del estado, este gran espacio central buscaría ser incluso más grande que el Grand Concourse de Grand Central Terminal que hoy todos hoy admiramos.

Este plan director también incluiría una nuevo vestíbulo a mitad de la manzana, espacioso y luminoso, con nuevos accesos en las calles 33 y 31.

Además podría combinarse con otra nueva deslumbrante entrada en la Octava Avenida, espacio actualmente ocupado por el Teatro Hulu, un recinto de 5.600 asientos perteneciente al complejo del Madison Square Garden.

La otra propuesta que se baraja es una alternativa de dos niveles que mantendría en mayor medida el nivel superior de la estación ya existente mientras reutilizaría el espacio de Amtrak para los pasajeros y las operaciones de NJ Transit. 

La expansión también incorporaría un nuevo atrio construido en la antigua calle de rodaje entre Madison Square Garden y 2 Penn Plaza, que ha estado cerrada por seguridad desde el 11 de septiembre de 2001.

La alternativa de dos niveles también puede integrar nuevos puntos de acceso vertical a los andenes, vestíbulos significativamente más amplios y nuevas entradas a nivel de calle a lo largo de la Octava Avenida.

Al igual que la opción de un solo nivel, esta alternativa podría combinarse con una entrada adicional en la Octava Avenida y un nuevo West Train Hall en el Teatro Hulu.

Las dos opciones son el producto de una revisión estratégica por parte de la MTA, NJ TRANSIT y Amtrak.

Este megaproyecto requerirá a su vez el desarrollo del llamado Programa Gateway, que incluye la construcción de dos nuevos túneles ferroviarios bajo el lecho del río Hudson así como la renovación de los dos túneles existentes.

En este sentido, la administración Biden ya se ha comprometido a priorizar este proyecto Gateway como parte de su plan de infraestructura dotándolo con más de 2.000 millones de dólares

No escapa a nadie que la manzana que ocupa el Moynihan Tain Hall y la James Farley Post Office, está a solo una manzana de distancia de los Hudson Yards, donde la percepción que el visitante esporádico tiene es que cada día que uno se acerca a ellos, van apareciendo y erigiéndose nuevos edificios.

En esta 9a Avenida es donde ya existe el proyecto para conectar este nuevo Moynihan Hall con los Hudson Yards mediante una nueva extensión del High Line, ese emblemático parque lineal elevado que en los últimos años desde su apertura se ha convertido en unos de los puntos focales de toda visita a esta ciudad.

Es así como el High Line podría obtener una extensión en forma de L que se adentre más en el Midtown de Manhattan, mientras serviría como un enlace peatonal directo al Moynihan Train Hall. 

La propuesta, también prevé extender el High Line en cerca de más de 2 kilómetros adicionales hacia el norte, creando un paso peatonal sobre West Street,  para así terminar en el Muelle 76, un nuevo espacio de ocio y esparcimiento cubierto creado recientemente sobre las aguas del Hudson y que no hace mucho era todavía parte del complejo de almacenamiento de coches retirados por la policía mediante el servicio de grúa municipal.

Hay historias humanas y personales relacionadas con este proyecto que empañan en cierto modo la significación positiva de su finalización y puesta en servicio.

Estas historias nos hablan de que detrás de cada gran proyecto están las personas y los equipos que lo hacen posible; personas al fin y al cabo sometidas a las limitaciones, desafíos y dificultades que todos tenemos.

Michael Joseph Evans, presidente del consorcio público-privado, Moynihan Station Development Corporation, de 40 años, llevaba la mayor parte de su carrera profesional trabajando en este proyecto.

Nacido el 11 de marzo de 1980 en Cali, Colombia, a los 4 meses de edad se muda a Dallas junto con su madre para reunirse allí con su padre, funcionario del gobierno. 

Con grandes esfuerzos por parte de estos padres y tras un amplio periplo en su trayectoria académica que incluiría estudios en Pennsylvania y Australia, Michael acabaría finalmente graduándose en la Universidad de Oxford. 

Ya en Nueva York, comienza una carrera en el gobierno del estado durante la administración del gobernador David Paterson, convirtiéndose en 2007 en asistente especial para infraestructuras.

Cuentan sus amigos más próximos que era un firme defensor del servicio público

y además, apasionado por las obras públicas que llevasen a las ciudades a ser lugares más habitables.

En su tiempo libre estudiaba también minuciosamente libros de la activista Jane Jacobs figura imprescindible en la historia de la lucha por la preservación urbana de Nueva York en los años 60.

En 2009, se convertía en jefe de gabinete del vice gobernador Richard Ravitch y en 2011, es nombrado subdirector de Moynihan Station Development Corp. convirtiéndose finalmente en presidente del consorcio público-privado para iniciar la construcción en 2013.

De ese modo se iniciaban las obras del gran proyecto en el que llevaba ya varios años trabajando y que finalmente empezaría a tomar forma material

A lo largo del proceso, Michael, como responsable último del proyecto ante las máximas autoridades políticas del Estado de Nueva York, se vio obligado a enfrentarse a obstáculos imprevistos, como cuando los funcionarios estatales decidieron incorporar al proyecto el gran reloj central del vestíbulo, con menos de un año de antelación a la fecha de finalización programada para las obras.

Este reloj el cual no formaba parte de los diseños iniciales de esta ampliación supuso una enorme carga emocional para Michael

Durante los primeros meses de 2020, Evans se torturaba a sí mismo por los crecientes retrasos materiales: no llegaba la piedra de Italia; conmutadores para la red de fibra óptica del edificio; aparatos de iluminación, Pantallas LED y  el mencionado gran reloj, todo esto según una nota por el manuscrita que se encontró en su escritorio.

Aunque aparentemente seguro y profesional, estaba preocupado por su futuro después de este proyecto en el caso de que se viera ensombrecido por retrasos en su finalización o grandes desviaciones del presupuesto.

En diversas notas, Michael esbozaba estrategias para presentar su dimisión, ante los sobrecostos que se veía obligado a aprobar para llegar a la finalización y que supuestamente excedían el presupuesto disponible.

Todo esto colocaba a Michael en un lugar mental muy complicado.

Su compañero, Brian Lutz, declararía que los retrasos y los posibles sobrecostos dominaban su vida, incluso cuando fueron a pasar unos días de vacaciones a esquiar en Austria para celebrar el cumpleaños de Evans. 

Sin embargo, sin llegar a agotar estas vacaciones, se apresurarían en regresar a Nueva York después de que muchos países empezasen a cerrar sus fronteras por motivo del estallido de la crisis del coronavirus. 

Michael se  hallaba profundamente preocupado por ser un chivo expiatorio de los políticos en caso de que el proyecto no cumpliese con los plazos previstos marcados.

(transicion musical)

El gran proyecto del Moynihan Train Hall, que llevaba enfrentándose a arranques y pausas durante los casi 30 años posteriores a que el senador Moynihan lo propusiera por primera vez, finalmente se completaría en plazo y sin sobrecostos destacables.

Michael Evans no viviría para ver la culminación del más importante trabajo de su vida.

Nueve meses antes, el 17 de marzo de 2020 sería encontrado sin vida en su apartamento de Chelsea.

(pausa)

En reconocimiento a su trabajo y dedicación con el proyecto, los miembros del equipo instalarían en su memoria, en uno de los pilares de mármol del hall, una pequeña placa que reza  «En memoria de Michael Joseph Evans, presidente del Moynihan Station Development Corporation, Líder, Visionario y  Amigo». 

Sea cual sea el futuro para Penn Station y todo su entorno, parece que el ferrocarril y las infraestructuras a él asociadas están destinadas a vivir nuevos tiempos de resurgimiento y adquirir de nuevo un importante papel tanto en nuestros desplazamientos cotidianos como en los viajes a media distancia.

Traemos en esta ocasión al podcast la primera de las actuaciones que aspira a revitalizar Penn Station como lo que en su día fuera para Nueva York: la gran puerta de entrada ferroviaria a la ciudad.

El Moynihan Train Hall, un nuevo gran vestíbulo que se sitúa dentro del edificio de la Oficina Postal James A. Farley, aspira a ser esa primera pieza que lleve a cabo esta histórica tarea.

Podcast: Brighton Beach. Vientos del Este llegados a Brooklyn

Brighton Beach

Es posible que alguien, alguna vez decidiera tomar el metro en Nueva York para pasar una relajada tarde de verano en Coney Island.

El plan podría consistir en pasear sobre las desgastadas tablas de su animado boardwalk, asomarse al muelle donde los pescadores, inasequibles al desaliento, intentan capturar la esquiva pesca, echar un vistazo a las atracciones del Luna Park, o incluso, los más decididos, engullir uno de los clásicos Hot Dogs de Nathan’s.

También es posible, cuando la amarilla linea Q del subway, una de las que nos trae hasta estos confines costeros de Brooklyn, efectúa una cerrada curva a la derecha, que ante la emoción de al fin avistar el mar tras la casi hora de trayecto desde Manhattan, este hipotético visitante se haya apeado del metro antes de tiempo, en la estación equivocada, y no está en la parada final de la línea, llamada Coney Island Stillwell Avenue.

Tranquilidad. No pasa nada. Es entonces cuando, y quizás ayudado por algún que otro cartel publicitario escrito con caracteres cirílicos, repares que estás en Brighton Beach.

No muchos ajenos a esta zona o incluso los turistas más avezados visitan Brighton Beach por una decisión consciente. Tal como nuestro visitante anónimo hace, en el camino a Coney Island, o llegando hasta aquí en paralelo a la playa desde el boardwalk que conecta a ambos, el visitante descubrirá una comunidad característica cuya particularidades no pasarán inadvertidas en cualquier caso al observador visitante.

Escucharemos lenguas y acentos distintos. Inevitablemente veremos escritura con caracteres cirílicos en muchos sitios y posiblemente alguien se dirija a nosotros en ruso a menos que no hagamos ver nuestra incapacidad para comunicarnos en esa lengua, en cuyo caso pasaremos a escuchar un áspero inglés con un marcado acento del este europeo.

Este microuniverso, denominado a veces en Nueva York “Little Odessa” , es el barrio de Brooklyn, que se asoma por el sur al océano mediante su característico boardwalk de tablas de madera  y es delimitado al norte por el barrio de Sheepshead Bay, Manhattan Beach por el este y el ya mencionado Coney Island por el oeste.

Toda el área donde Brighton Beach está incluida, desde Sheepshead Bay hasta la comunidad de Sea Gate, pasando Coney Island,  que fue originalmente comprada a los nativos que aquí habitaban en 1645 , y según los registros históricos, por el ridículo precio de un arma de fuego, una manta y una tetera. 

La zona de Brighton Beach estaba constituida por terreno fundamentalmente arenoso y, antes del inicio de su urbanización y desarrollo urbanístico en la década de 1860, no era más que una agrupación de  granjas enmarcadas en la ciudad de Gravesend, que había sido el único asentamiento inglés de las seis ciudades del área de Brooklyn, siendo administrativamente parte del poblado de Gravesend, una de las localidades originales del condado de Kings, el cual hoy constituye Brooklyn.

En 1868, el emprendedor William A. Engeman decidió construir  un centro turístico y de recreo en la zona para las clases acomodadas de Nueva York aprovechando la condición costera del emplazamiento.

El complejo recibiría el nombre de «Brighton Beach» en 1878, nombre designado como una directa alusión a la ciudad turística inglesa de Brighton.

Este complejo hotelero con habitaciones para alojar hasta a 5,000 personas por noche y que podía servir comidas para hasta 20,000 personas al día, estaba cerca del entonces deteriorado complejo de ocio de Coney Island, por lo que era principalmente la clase media alta la que elegía ir y alojarse en este hotel. 

El pabellón de baño Brighton Beach de 120 m de largo y dos pisos también se construyó en la zona, inaugurandose en 1878, con capacidad para hasta 1200 bañistas. 

Con la construcción del ferrocarril de Brooklyn, Flatbush y Coney Island, el predecesor de la actual Brighton Line del metro de la ciudad de Nueva York, abierta el 2 de julio de 1878, se proporciona acceso directo al hotel desde el downtown de Brooklyn y Manhattan, lugares por aquel entonces todavía pertenecientes a municipios distintos, en el estado previo a la consolidación de los boroughs de 1898. 

Junto al hotel, Engeman construiría el hipódromo de Brighton Beach donde se celebraban carreras de caballos de pura sangre.

Sin embargo, en diciembre de 1887, y de manera no prevista, una marea extremadamente alta se apoderó de la zona, inundando la zona y creando de manera fortuita una nueva conexión temporal entre Sheepshead Bay y el océano. 

En el periodico Brooklyn Daily Eagle se publicaría de manera satírica  la crónica relatando que : «A menos que Engeman tenga mucha suerte, las próximas carreras en la pista de Brighton Beach serán conducidas por los caballos de cresta blanca de Neptuno».

Después de este desastre natural, y una década de constante erosión de la playa, el Brighton Beach Hotel, en ese entonces propiedad ya de la compañía del ferrocarril, se vio enfrentado a la posibilidad de ser socavado y arrastrado por la acción de las mareas.

Un plan denominado altamente ingenioso y audaz fue iniciado por el superintendente de la compañía del Ferrocarril, para elevar y mover el edificio en su conjunto, 495 pies tierra adentro.

Esto se lograría levantando el edificio, con su peso estimado de 5.000 toneladas y unas dimensiones de 140 m × 46 m, utilizando 13 gatos hidráulicos, después de lo cual se colocaron 24 líneas de vía férrea, de una milla y media de longitud en total, debajo de él. 

Además 112  (vagones planos) tirados por seis locomotoras de vapor se utilizaron para alejar el edificio del hotel del mar. 

Esta audaz obra de ingeniería hizo que el desplazamiento fuera exitoso; Se comenzó el 2 de abril de 1888 y continuó durante los siguientes nueve días, y fue el desplazamiento de una construcción finalizada más grande del siglo XIX.

Pero no sería esta la última construcción de ocio y recreo en crearse aquí.

Además de este hotel, la Metropolitan Opera llevó sus populares interpretaciones de Wagner al Brighton Beach Music Hall.

Además, otro teatro, el New Brighton Theater era un lugar de moda para la representación del  vodevil. 

Los visitantes que acudían a tomar el té en el Brighton Beach Casino serían atendidos por camareras japonesas vestidas con sus trajes tradicionales completos. 

En un enorme club privado, los Brighton Beach Baths, sus miembros podían nadar, acceder a una playa privada y jugar a pelota, mah-jongg o juegos de cartas.

Finalmente, el poblado, junto con el resto de Gravesend, fue anexado al distrito 31 de la ciudad de Brooklyn en 1894.

En 1905, Brighton Beach Park abrió su propia área de entretenimiento, llamándola Brighton Pike. 

Brighton Pike ofrecía un paseo marítimo, juegos, entretenimiento en vivo (incluido el espectáculo del salvaje oeste de los hermanos Miller y una enorme montaña rusa de acero. 

El parque fue cerrado en 1919 después de que se incendiara mientras que la ​​playa, sin embargo, siguió siendo un destino de ocio popular.

Ya entrados en el siglo XX, Brighton Beach se empezó a desarrollar como una comunidad residencial bastante densa con la reconstrucción final del ferrocarril de Brighton Beach a los estándares del sistema de tránsito rápido, convirtiéndose en la Brighton Line de la Brooklyn-Manhattan Transit Corporation (BMT), que abrió en 1920, la línea que ahora es servida por las líneas B y Q del metro de la ciudad de Nueva York. 

La línea de metro dentro del vecindario discurre en superficie en una estructura elevada. 

La apertura de la BMT Brighton Line tuvo consecuencias contradictorias: aunque hizo que Brighton Beach fuera viable como una comunidad durante todo el año, ahora era mucho más factible para los visitantes de las instalaciones de recreo regresar a casa por la tarde en lugar de pasar la noche. Esto llevó al cierre del Brighton Beach Hotel en 1924.

Los años inmediatamente anteriores y posteriores a la Gran Depresión trajeron consigo un vecindario formado principalmente por judíos estadounidenses de primera y segunda generación y, más tarde, tras la II Guerra Mundial, supervivientes de los campos de concentración nazis del Holocausto.

De los 55.000 supervivientes del Holocausto que se estima que vivían en la ciudad de Nueva York en 2011, la mayoría de ellos vivía en Brighton Beach.

A finales de los años 60, con la masificación y los problemas financieros generalizados en la ciudad la calidad de vida en Brighton Beach disminuyó significativamente a medida que aumentaba la tasa de pobreza y la proporción de residentes mayores.

Debido a la crisis fiscal de la década de 1970, los empleados públicos y la clase media acabarían mudadose a áreas suburbanas, principalmente de Long Island,  mientras que la gente se quedaba subdividía los apartamentos en residencias de una habitación individual para en muchos casos ocuparlos los pobres, los ancianos y enfermos mentales. 

Brighton Beach sufrió tanto por los incendios provocados por los propios dueños de los edificios para cobrar los seguros, al igual que el sur del Bronx, como por causa del constante y extendido tráfico de drogas. 

Paradójicamente, durante los calurosos veranos, sin embargo, gente de toda la ciudad acudía a la playa de Brighton Beach junto al Océano Atlántico para sofocar estos calores estivales.

A mediados de la década de 1970, Brighton Beach se convirtió inesperadamente en un lugar popular para establecerse y abrir negocios para los inmigrantes soviéticos, en su mayoría judíos provinientes de Rusia y Ucrania.

Tantos ex soviéticos emigraron a Brighton Beach que el área adquirio el apelativo de «Pequeña Odessa»  a partir de la ciudad ucraniana en el Mar Negro.

Esta migración supuso un nuevo resurgir de la zona con la aparición de nuevos negocios que servían de imán y aglutinante de esta nueva comunidad de inmigrantes basada en la ayuda mutua.

El colapso de la Unión Soviética a principios de los años 90 y los subsiguientes cambios significativos en las circunstancias sociales y económicas de los estados postsoviéticos llevaron finalmente a miles de ex ciudadanos soviéticos a emigrar a los Estados Unidos.

Como no podría ser de otra forma, muchos más inmigrantes postsoviéticos, que hablaban principalmente ruso, eligieron Brighton Beach como lugar para establecerse. 

También hubo una afluencia de inmigrantes de repúblicas del Cáucaso, principalmente de países como Georgia y Azerbaiyán. 

En la zona se abrirían un gran número de empresas, tiendas, restaurantes, clubs, oficinas, bancos, escuelas y centros de juegos infantiles de habla rusa y orientados a los inmigrantes. 

Ese legado es perfectamente visible hoy en día, cuando Brighton Beach es ese lugar que nos permite hacer una rápida y cómoda incursión en la cultura gastronómica de Rusia, Ucrania, Georgia y de muchas otras repúblicas del Cáucaso al módico precio de un billete de metro que nos transporte hasta aquí.

El valor de las propiedades inmobiliarias en Brighton Beach comenzó a revalorizarse de nuevo, aunque la delincuencia y el tráfico de drogas siguieron siendo un problema social importante en la zona hasta principios de la década de 1990.

Desde la década de 2010, un número significativo de inmigrantes de Asia Central también ha elegido Brighton Beach como lugar para establecerse en Nueva York.

Una próspera comunidad georgiana agrega una nueva dimensión al panorama culinario de Brighton Beach. Si bien la comida rusa y ucraniana son deliciosas, muchos alegan que carecen del sutil matiz aromático de la cocina georgiana.

Brighton Beach se ha considerado también muchas veces como un lugar de implantación para la denominada «mafia rusa», aunque la percepción pública en los últimos años ha sido que el crimen organizado ha desaparecido en gran medida por la fuerte presión ejercida por las autoridades y más concretamente el FBI. 

En la década de 1970, un sujeto llamado Marat Balagula era considerado el jefe del crimen organizado  de Brighton Beach, aunque él siempre negó tener conexión alguna con la mafia estadounidense o la propia mafia de habla rusa. 

Después de la caída de la Unión Soviética en la década de 1990, muchos criminales rusos entraron ilegalmente en los Estados Unidos, viniendo especialmente a Brighton Beach. 

El infame Vyacheslav Ivankov, quien dominaría el inframundo de Brighton Beach hasta su arresto en 1995, llegó al país también durante esta oleada.

Cultura popular

El la cultura popular de las últimas décadas, Brighton Beach también aparece retratada como escenario de la vida cotidiana de muchos de aquellos supervivientes del horror nazi y de los inmigrantes llegados desde el este europeo tras la caída del telón de acero. 

Un barrio con un carácter tan marcado inevitablemente se presta a ser escenario de historias humanas de gran intensidad dramática.

Un ejemplo de estas obras recientes es La película Requiem por un sueño  del año 2000 de  Darren Aronofsky, un duro drama  basado en la novela de 1978 del mismo nombre de Huber Selby,  y cuya trama se desarrolla en gran parte en Brighton Beach.

Más conectada con la historia reciente y la geopolítica mundial, Brighton Beach también aparece como escenario indispensable en la película de 2005 Lord of War (El señor de la guerra) protagonizada por un muy solvente Nicolas Cage, donde tanto el personaje que protagoniza como su familia, son ucranianos que habían emigrado unos años antes desde su natal Ucrania escapando de la Unión Soviética.

También, en un tono menos duro y en el ámbito del teatro de Broadway, el clásico Brighton Beach Memoirs es una obra semiautobiográfica del afamado autor Neil Simon, el primer capítulo de lo que se conoce como su trilogía Eugene y que precede en ella a Biloxi Blues y Broadway Bound.

Ambientada en septiembre de 1937, durante la Gran Depresión, esta comedia sobre la mayoría de edad se centra en Eugene Morris Jerome, un adolescente polaco-judío estadounidense que experimenta la pubertad, el despertar sexual y una búsqueda de identidad mientras trata de lidiar con su extensa familia, todos habitando un apartamento en Brighton Beach.

Pero no solo producciones estadounidenses han retratado esta barrio en su historia, sino que al otro lado del océano, películas producidas en la Rusia de  los años 90 y 2000 como la comedia de espionaje Llueve de nuevo en Brighton Beach, o el thriller criminal Hermano 2, retratan en sus tramas la estrecha relación entre Rusia y este peculiar  rincón de Brooklyn a través de sus gentes.

Hoy en día, Brighton Beach es un bullicioso vecindario de Brooklyn frente al mar. 

La pequeña Odessa, como muchos otros vecindarios de Nueva York, tiene un carácter distintivo propio y a la vez mixto, claro ejemplo del crisol de culturas y procedencias del mundo que es esta ciudad.

Un paseo por sus calles perpendiculares al mar o la propia arteria principal del barrio, Brighton Beach Avenue, nos revelará infinidad de restaurantes donde saborear la tradicional sopa borsch rusa o los clásicos pelmeni al vapor ,las tiendas, librerías y negocios con un sabor «ruso» único, y que fusionan el encanto del negocio tradicional, a veces incluso con un cierto sabor trasnochado, con el conocimiento y dinamismo del comercio actual.

Algunas voces incluso, lamentan que aquellos primeros emigrantes llegados de la Unión Soviética han quedado anclados en aquellos años 70 y 80 y el relevo generacional no se ha producido con el riesgo de que la marca característica del barrio acabe difuminándose en pocos años y quedando relegado a anécdota historica de la segunda mitad del siglo XX.

Mientras tanto, y mientras sea posible experimentar este legado del Este de Europa en Nueva York,  su paseo marítimo y la propia playa a tiro de piedra de todas estas atracciones gastronómicas y culturales, constituyen razón suficiente para aventurarse a una visita, dado el fácil acceso en metro a este rincón de Brooklyn hasta donde llegaron los vientos del Este.

En este nuevo podcast de Un Minuto en Nueva York visitamos Brighton Beach, el barrio de Brooklyn de tradición y sabor ruso para descubrir su historia, peculiaridades y lo que ofrece al visitante.

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Podcast: Ragamuffin Day, el peculiar Thanksgiving Day de Nueva York

Thanksgiving Day o El Día de Acción de Gracias. Una festividad nacional que los Estados Unidos celebra cada año el último jueves del mes de noviembre.

En 1621, los colonos de Plymouth llegados a bordo del Mayflower y los nativos americanos de Wampanoag compartieron una fiesta celebrando la cosecha de otoño, y que hoy en día, si bien todavía existe controversia sobre si fue la primera, se reconoce hoy como una de las primeras celebraciones de Acción de Gracias en las colonias americanas.

Durante más de dos siglos, las colonias y los diferentes estados celebrarían días de acción de gracias. Pero no fue hasta 1863, en plena Guerra Civil, cuando el presidente Abraham Lincoln proclamó el Día de Acción de Gracias como festivo federal que se celebraría cada noviembre desde entonces.

Pero más allá de la tradición que hoy conocemos, donde las familias y amigos se reúnen en torno a la mesa para, en una copiosa cena, dar cuenta del tradicional pavo con su relleno y otros muchos platos característicos, e incluso el perdón presidencial de una de estas aves, existió en el pasado una tradición exclusiva con la que Nueva York celebraba esta festividad bastante  antes que se estableciera el desfile organizado por los grandes almacenes Macy´s que hoy conocemos.

Era el llamado Ragamuffin Day, donde niños y algunos ya no tanto, salían durante todo ese día  a las calles de la ciudad para ir pidiendo puerta a puerta a sus vecinos tanto dulces como dinero, siempre recitando al hacerlo la frase  “Anything for Thanksgiving?”

Esta tradición hoy en gran modo olvidada y ciertamente ignorada incluso por muchos neoyorquinos, precedería en el tiempo a la tradición ya hoy globalmente conocida de Halloween y su “Trick or Treating”.

El origen del Día de Ragamuffin se puede  rastrear en los registros hasta 1870, unos años después de que Lincoln, lo hubiera declarado Acción de Gracias como festividad nacional. 

Las crónicas informan  que en ese 1870 un grupo de hombres disfrazados salieron a las calles  a celebrar  el llamado Día de la Evacuación, un día antes del Día de Acción de Gracias, el 24 de noviembre. 

En el Día de la Evacuación se conmemoraba cada noviembre la efeméride de cuando las fuerzas británicas abandonaron en 1783 Nueva York después de la Guerra Revolucionaria y cuando George Washington, que anteriormente había sido obligado a la retirada de Manhattan  en la llamada la batalla de Long Island en 1776, cruzara de nuevo el Harlem River desde Westchester avanzando victorioso con sus tropas del ejército Continental hasta The Battery, en el extremo sur de Manhattan.

Este Evacuation Day, adoptado posteriormente por la comunidad de emigrantes irlandeses como una expresión de su sentimiento anti-britanico, fue un día festivo bastante importante celebrado en Nueva York hasta 1888, siendo posteriormente a lo largo de las décadas, ocasión para diversos actos conmemorativos de carácter histórico y patriótico, siendo hoy en dia testimoniales los actos relacionados con esta fecha.

En estos primeros registros, estos hombres disfrazados que desfilaban por las calles se hacían llamar “fantasticals” o  «los fantásticos». 

Pero, ¿cuál era la razón para los disfraces? La respuesta es algo complicada ya que los disfraces tampoco estaban directamente relacionados con el Día de Acción de Gracias o el mencionado Día de la Evacuación. 

Según otros cronistas, se piensa que esta costumbre estaba más relacionada con el Día de Guy Fawkes, día celebrado en Inglaterra cada 5 de noviembre, conmemorando el desbaratamiento del plan de los miembros del Gunpowder Plot, un grupo de católicos ingleses, de atentar contra la vida del rey James Primero mediante el intento en 1605 de volar por los aires la cámara de los lores. 

En Estados Unidos, el día de Guy Fawkes se importo desde el Inglaterra y se celebró con verdadero sentimiento anticatólico, llegando a quemarse una efigie del Papa. 

Aunque ambos días festivos tienen semanas de diferencia, se cree que la proximidad del Día de Guy Fawkes al Día de Acción de Gracias y el Día de la Evacuación es responsable de la extraña combinación de estas distintas festividades. Sin embargo, los American Fantasticals que desfilaban disfrazados no llegaban en caso alguno a pedir dinero.

¿Cómo surgió la costumbre de pedir? 

Se cree que los neoyorquinos de alguna manera entrelazaron aún más todas estas fiestas y conmemoraciones con otra vieja costumbre de Acción de Gracias proveniente de la zona de Nueva Inglaterra.

Un artículo del New York Times de 1893 explicaba cómo  [con eco]  “En un viejo libro que describe los personajes y las costumbres de Nueva Inglaterra se lee que en la víspera de Acción de Gracias era costumbre de las personas más pobres, sirvientes y dependientes ir a las casas de los ricos y acaudalados hacendados para pedir donaciones y limosna que les ayudase a celebrar esta significativa festividad. Y las personas más ricas sintieron que incumbe a su dignidad y hospitalidad no permitir que nadie se vaya de sus puertas con las manos vacías ”. [fin del eco]

Siguiendo el estricto significado de la palabra, en el  Día de Ragamuffin , los niños iban originalmente vestidos al estilo de los vagabundos de Nueva York de la época, con harapos e imitaciones de las vestimentas de los mendigos, desmesuradas y exageradas.

En las décadas de 1880 y 1890, más y más niños saldrían a las calles haciéndose pasar por personajes tan diversos como indios, peregrinos, el tío Sam, Mephisto y otros muchos. El Día de Ragamuffin era deplorado por algunos y alentado por otros.

De ese modo, en 1902, en el Día de Acción de Gracias, la ciudad estaba llena de niños disfrazados mendigando. 

El New York Times describía la escena como [eco]  “… desde la mañana hasta la noche, miles de niños deambulaban con trajes de ragamuffin, tocando cuernos, lanzando proyectiles inofensivos y jugando a mendigar. La práctica de vestirse como ragamuffins parece estar creciendo entre los niños de la ciudad cada Día de Acción de Gracias, y los padres de muchos parecen interesarse en estas exhibiciones, a juzgar por la gran variedad de disfraces fantásticos que usan los niños. [eco]

Se podía ver a niños e incluso a algunos hombres adultos con la cara pintada de rojo, verde, negro y amarillo. En muchas calles, los niños desfilaban tocando cuernos, sacudiendo cencerros y campanas o tocando platillos para agregar cacofonía a las festividades.

En años posteriores, los niños incorporarian nuevas temáticas en sus disfraces como las de marineros, bandidos e incluso personajes de Disney. 

Esta tradición llegó a extenderse a otros estados próximos, si bien nunca alcanzó la popularidad de que disfruto en la propia ciudad de Nueva York.

En 1925, el Madison Square Boys Club celebró el primero de lo que se convirtió en un desfile anual del Día de Acción de Gracias para protestar contra los niños que pedían limosna en ese día. Estos chicos llevaban pancartas que decían American Boys Don’t Beg.

En la década de 1930, la tradición de pedir dinero espontáneamente sería reemplazada por los desfiles de Ragamuffin organizados, un predecesor de los actuales desfiles del Día de Acción de Gracias. 

Posteriormente, y a medida que Halloween se hizo más popular después de la Gran Depresión, los eventos de Ragamuffin se volvieron menos populares, pero sin embargo, los niños continuaron estas tradiciones hasta la década de 1940. 

El fin del Ragamuffin Day vendría provocado por varios factores.Uno de ellos sería la caída del mercado de valores en octubre de 1929 que hizo que el dinero fuera escaso para todos y con ellos las ganas para celebraciones.

Por otra parte, durante la década de 1930, las escuelas de la ciudad de Nueva York, junto con la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Niños, desalentaron abiertamente a los niños que pidieran limosna en Acción de Gracias. 

El Boys Club ofreció como premio un pavo al niño con el mejor disfraz en una fiesta que realizarían, en lugar de pedir limosna en la calle o por los vecindarios.

Finalmente, el alcalde Fiorello LaGuardia impuso la prohibición de mendigar, no solo a los adultos sino también a los niños. Se le dio instrucciones a la policía para que hiciera cumplir la prohibición.

Ya en 1937, varias organizaciones comenzarían a organizar desfiles del Día de Acción de Gracias para disuadir definitivamente a los Ragamuffins, donde los desfiles de Acción de Gracias también presentarían a niños vestidos como mendigos y con disfraces de Halloween. 

En la década de 1940, en algunos de estos desfiles organizados participaron unos 500 niños.

Cada año, a pesar de algunos nostálgicos, la tradición murió un poco más hasta que al final de la década el Día del Ragamuffin prácticamente dejó de existir.

El último desfile de Ragamuffin del Día de Acción de Gracias registrado fue en 1956, claramente eclipsado por el Desfile del Día de Acción de Gracias de los grandes almacenes Macy’s. 

En un plano más anecdótico, un desfile de Ragamuffin el 15 de octubre de 1972 en el barrio de Bay Ridge, Brooklyn, atrajo a unos 6.000 niños y una multitud de alrededor de 35.000, personas convirtiéndolo en el desfile de Ragamuffin más grande registrado de los Estados Unidos hasta ese momento.

Los desfiles de Ragamuffin continuaron celebrándose en algunos boroughs exteriores de la ciudad después de perder su popularidad en Manhattan. 

Estos desfiles todavía se han llevado a cabo en algunos lugares del área metropolitana, incluso en el propio Bay Ridge, donde se lleva a cabo desde 1966, o ya fuera de la propia ciudad de Nueva York ,como Park Ridge o Hoboken (New Jersey).

Otras comunidades  donde se han venido celebrando este tipo de desfiles incluyen los municipios del condado de Westchester de Pleasantville y Briarcliff Manor (donde el desfile se ha venido celebrando a lo largo de unos 30 años).

Para conmemorar esta tradición, en cierto modo olvidada o eclipsada por el despliegue mediático y publicitario del desfile de  personajes flotantes de Macys que discurre cada año por Central Park West y la Quinta Avenida, en septiembre de 2016, una calle de Bay Ridge, Brooklyn, pasó a llamarse «Ragamuffin Way» en honor a esta tradición de 50 años de tradición en el vecindario, vestigio olvidado de una lejana Nueva York que ya no existe.

Se acerca la semana de Thanksgiving Day y con tal motivo miramos hacia el pasado de Nueva York y rescatamos una tradición hoy ya prácticamente olvidada en la que los niños tomaban las calles disfrazados en el día de Acción de Gracias para ir por los vecindarios pidiendo dulces y dinero a sus vecinos: el llamado Ragamuffin Day.

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Podcast: Brooklyn Navy Yard, el gran astillero de Nueva York

Mientras se navega cotidianamente por las aguas del East River, ese familiar estrecho marítimo que separa por el este la isla de Manhattan de Long Island con sus costas de  Brooklyn y Queens, algo que en los últimos años y merced a la movilidad por agua que nos ha proporcionado las líneas  del New York Ferry, no es difícil reparar en un área del borough de Brooklyn ubicada en el tramo situado entre los los puentes de Manhattan y Williamsburg, que nos sugiere los vestigios de  un gran antiguo complejo industrial, hoy ya prácticamente en desuso como tal, pero que todavía mantiene la morfología de lo que un dia fue una de las piezas fundamentales de la producción naval del estado de Nueva York y de los Estados Unidos.

Hablamos del Brooklyn Navy Yard, los antiguos astilleros situados en el East River, dentro de su denominada Wallabout Bay, ocupando uno de los entrantes con que cuenta en Brooklyn y que cubre una superficie cercana a las 100 hectáreas y que hoy en día es parte también del registro nacional de lugares históricos de los Estados Unidos.

Hablamos de uno de los astilleros para la construcción de barcos de guerra para la armada de Estados Unidos, la US Navy y algunas otras,  con gran relevancia histórica junto con otros como los situados  Norfolk en Virginia, San Francisco o el propio Pearl Harbor en Hawaii.

La historia de este astillero entronca directamente con la propia historia y fundación de los Estados Unidos, estando su establecimiento promovido directamente por uno de sus primeros presidentes.

A partir de ahi, de sus diques secos surgieron un importante numero de buques que a la postre se significarian a lo largo de la historia naval de su propio pais y del mundo en los dos últimos siglos.

Pero como en muchas otras historias sobre el nacimiento y primeros años de Nueva York y sus diversas partes, hemos de remontarnos a los primeros europeos que llegaron a estas tierras por aquel entonces ya habitadas por los pueblos nativos americanos de la zona.

En 1637 , y como parte de los esfuerzos colonizadores holandeses, el colono Jansen de Rapelje, un Wallon Belga, compra 335 acres (unas 136 ha) de tierra formados principalmente por ciénagas y marismas en Wallabout Bay a la tribu de los Lenape. 

En este lugar establecería su granja y sus cultivos, aceptándose que el nombre hoy otorgado a la zona de Wallabout Bay procede del gentilicio Wallon, merced a su primer pionero europeo.

En el periodo entre 1776 y 1783 la ocupación británica de la ciudad de Nueva York es determinante dentro del proceso de la Revolución Americana. 

Se estima que 11,500 colonos independentistas mueren en los barcos prisión británicos amarrados frente a Wallabout Bay. El barco más infame que relata la historia es el Jersey, donde los soldados y comerciantes americanos son encarcelados por desobedecer el embargo británico.

Finalizada la Guerra de Independencia, en 1801 el presidente John Adams, originario de Nueva Inglaterra, promueve un gobierno federal  fuerte y una marina de guerra capaz de proteger el comercio y defender a la joven nación (inicialmente frente a Gran Bretaña) en un mundo convulso.

Al final de su presidencia, Adams toma las medidas necesarias para rápidamente autorizar el establecimiento de los primeros cinco astilleros navales del país, incluido el Brooklyn Navy Yard.

En 1806 se completa la Commandant ‘s House, el cual es hasta nuestros días el edificio más antiguo del astillero y que todavía se conserva. Este edificio se convirtió a finales del siglo XX en una residencia privada, desde 1971 y un Monumento Histórico Nacional desde 1974.

En 1820, con la promulgación de leyes  castigaban con la muerte el comercio de esclavos, y hasta 1861, varias escuadras de la Marina de los Estados Unidos patrullaban para suprimir este comercio de seres humanos frente a las costas de África. 

Los barcos construidos en este astillero astillero, incluidos el USS Ohio, Savannah, Peacock, Dolphin, Vincennes, Fulton II, Decatur, San Jacinto y Niagara, desempeñan un papel clave en estas misiones.

Estos esfuerzos entran en clara contradicción con la esclavitud generalizada extendida en los estados del sur y base de su economia agraria, y que varias decadas mas tarde detonarian la guerra civil.

En 1833 El comodoro Matthew C. Perry, conocido entre otras cosas por su expedición a Japón con los llamados barcos negros, forzando la apertura de este pais oriental al comercio,  es actor clave en la fundación del Naval Lyceum (el precursor de la Academia Naval de EE. UU.) Su lema sería «promover la difusión de conocimientos útiles, fomentar un espíritu de armonía y unidad de intereses en el servicio y cimentar los vínculos que nos unen como hermanos profesionales «. 

La primera publicación naval profesional, la Revista Naval, se publica aquí en los Brooklyn Navy Yards en 1836. Los escritores  Washington Irving, autor de la Leyenda de Sleepy Hollow, y James Fenimore Cooper serán colaboradores habituales de esta revista naval.

En 1837 el barco de vapor con ruedas propulsoras laterales y 9 cañones Fulton II se bota como el primer buque de guerra de vapor estadounidense asignado al servicio marítimo.

En la década de entre 1841-1851, el gobierno construye su tercer dique seco de granito utilizando para ello un martinete a vapor por primera vez en los Estados Unidos.

En el año 1852, y profundamente comprometido con la mejora de la atención médica, el joven cirujano naval E.R. Squibb busca ser asignado al Hospital Naval donde perfeccionará la fabricación de éter anestésico. Más tarde,  en 1857, funda su propia empresa farmacéutica fuera del astillero, que posteriormente proporcionaria la mayoría de los suministros médicos para el Ejército de la Unión durante la Guerra Civil.

En 1858 el USS Niagara construido en este Yard y el británico HMS Agamemnon se encuentran en el medio del océano Atlántico para tender el primer cable telegráfico submarino. El 5 de agosto de ese año, la reina Victoria transmite el primer mensaje telegráfico en código Morse a los EE. UU.

En el año 1862, el USS Monitor, el primer buque de guerra acorazado encargado por la Unión Navy, está siendo equipado en Brooklyn después de ser construido en el Continental Shipyard en Greenpoint. La «Batalla de Hampton Roads» entre el Monitor y el confederado CSS Virginia marca la primera batalla naval entre dos buques de guerra blindados.

En 1872, el Prototipo del submarino Halstead’s Folly, o Ballena Inteligente, ya retirado del servicio se expone aquí en el yard. Este primitivo submarino fue la respuesta del ejército del norte al CSS Hunly y Pioneer de los ejércitos del sur durante la guerra civil.

Entrando ya en 1889 la botadura en estos astilleros del buque USS Maine inicia la «era del acorazado» para la armada de Estados Unidos. 

Cuando, nueve años después se produce el polémico y hasta hoy controvertido incidente de su voladura en el puerto de La Habana, calificado por muchos historiadores como un ataque de falsa bandera, se activa la espoleta la guerra hispanoamericana con el incendiario grito de guerra «¡Recuerden el Maine!» acunado por los magnates de la prensa William Randolph Hearst y Joseph Pullitzer.

En un plano ya menos bélico y entroncando con el siglo de las comunicaciones a distancia que empezaba, en 1907, la cantante de ópera Eugenia Farrar canta la primera canción transmitida por radio inalámbrica. La canción llamada «I Love You Truly» se transmite para probar los radioteléfonos de arco del Dr. Lee DeForest  bordo del USS Dolphin, atracado en el Yard.

Entre 1907 y 1909 el USS Connecticut construido en Yard sirve como buque insignia de la Gran Flota Blanca del presidente Theodore Roosevelt, 26 embarcaciones que navegan por el mundo en una gira de 2 años que marca el comienzo de los EE. UU. Como aspirante a ser una potencia mundial.

En 1915 El USS Arizona, el barco más grande de la Armada, se bota durante la Primera Guerra Mundial pero no juega un papel determinante en la guerra.

Unas décadas más tarde, en la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941, el denominado por el presidente F.D. Roosevelt como “Día de la infamia”, una bomba lanzada desde un avión japonés detona el cargador de municiones de proa provocando una masiva explosion a bordo y el barco se hunde en menos de 10 minutos, llevando a la muerte a 1.177 hombres. El barco construido en Nueva York, y desde entonces hundido todavía permanece bajo las aguas en Hawaii constituyendo el Memorial del USS Arizona en la bahía de Pearl Harbor.

Durante los 6 años de la Segunda Guerra Mundial el astillero duplica su tamaño cuando el gobierno expropia y anexa los terrenos adyacentes que formaban hasta entonces el segundo mercado de productos agrícolas más grande del país, para así poder construir más diques secos para la construccion y reparacion de barcos de guerra y además contar con la que era por aquel entonces la grúa más grande del mundo. 

La población de los barrios limítrofes en Brooklyn se dispara a medida que la administración del astillero aumenta la fuerza laboral a más de 70,000 empleados. Las mujeres son contratadas por primera vez en el astillero para trabajar como personal mecánico y técnico. 

Antes de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres trabajaban en Brooklyn Navy Yard en calidad de oficinistas. En 1944, con la mayoría de los hombres en edad militar sirviendo en los frentes, se abrieron puestos para soldadores, remachadores, instaladores de tuberías y delineantes, y las mujeres encontraron trabajo en puestos relacionados con esos oficios por primera vez. 

Para muchas mujeres, recién salidas de la escuela y deseosas de ayudar en el esfuerzo de guerra, esta seria a la postre la única vez que trabajarian fuera de casa.

La Segunda Guerra Mundial terminaría también con un barco construido en los Brooklyn Navy Yards como protagonista y escenario. 

Sería el 2 de septiembre de 1945, cuando Japón firma la rendición incondicional a bordo del del USS Missouri, también conocido como «Mighty Missouri» fondeado en la bahía de Tokyo.

Pero no todo serían grandes efemérides en la historia del yard.

En 1960 cuando una plataforma montacargas accidentalmente perfora un tanque de combustible del portaaviones USS Constellation  durante su construcción, el combustible se derramara sobre los soldadores que trabajaban bajo cubierta, provocando un voraz incendio que se cobra 50 vidas y deja 323 heridos. 

La reparación costará a la armada 75 millones de dólares y retrasa la puesta en servicio del barco por siete meses, empañando seriamente la reputación del astillero, algo que a la postre acabaría sellando el destino de esta instalación.

El secretario de Defensa Robert McNamara, en 1966 decreta el cierre definitivo, junto con otras 90 bases e instalaciones militares. 

En el momento de su cierre, el Brooklyn NAvy Yard empleaba a más de 9,000 trabajadores siendo la planta industrial continuamente activa más antigua del estado de Nueva York.

En el periodo de entre 1969 y 1981 la ciudad de Nueva York toma el control y reabre el Yard como un parque industrial administrado por la organización sin fines de lucro para el Comercio, Trabajo e Industria del Condado de Kings (CLICK). 

El inquilino más grande, que era el astillero Seatrain Shipbuilding, despide finalmente a 3.250 trabajadores en 1975. 

En un intento desesperado de salvación,  Los representantes de la Cámara de Representantes de Brooklyn, Shirley Chisholm y Fred Richmond, obtienen préstamos del Congreso por un total de $ 40 millones para retener puestos de trabajo vitales, pero Seatrain cierra definitivamente en 1979. El por aquel entonces alcalde Koch reemplaza la organización CLICK en 1981 por la Corporación de Desarrollo de Brooklyn del Navy Yard.

Tras los cierres de dos importantes inquilinos marítimos y la catastrófica pérdida de puestos de trabajo resultante, la administración del parque industrial comienza a diversificar su base de inquilinos. Los grandes espacios existentes serán subdivididos para acomodar pequeñas empresas industriales y tecnológicas que buscará reflejar la diversidad, la energía y la creatividad de la comunidad de Brooklyn y Nueva York.

En 1998, esta diversificación conduce a una ocupación del 98%, con más de 200 pequeñas y medianas empresas que emplean a más de 3000 personas. 

Se amplía el Centro de Empleo, se establece un Programa de formación Juvenil de Verano y se lanza un servicio de transporte al metro para brindar un mejor acceso y fomentar el uso del transporte público.

En el periodo entre 2001 y 2011 la ciudad de Nueva York toma nota del éxito de la iniciativa y financia importantes mejoras a la infraestructura básica del Yard, algunas de las cuales databan de la era de la Guerra Civil. 

El número de empresas asentadas aumenta a 275 con casi 6.000 empleados. 

Los gestores emprenden iniciativas de sostenibilidad para apoyar a un grupo de fabricantes ecológicos en rápido crecimiento. La mayor expansión de Yard desde la Segunda Guerra Mundial está en marcha.

2004 marcará un importante hito en la historia reciente

Steiner Studios abre en el Yard. La instalación de 29,000 metros cuadrados es el complejo de estudios audiovisuales más grande y sofisticado fuera de Hollywood, que cuenta con cinco estudios de sonido e instalaciones de producción de cine y televisión de última generación. 

En 2010, Steiner Studios duplica su tamaño, y construye cinco nuevos estudios de sonido y reutiliza el antiguo Laboratorio de Ciencias Aplicadas de la Marina. 

Una asociación con Brooklyn College funda la primera escuela de cine abierta del país en un estudio en activo. 

En 2018 se abre el emblemático y nuevo Edificio 92, que cuenta con  un centro de exposiciones, de visitantes y de formación para el empleo, para dar apoyo  a los inquilinos empresariales del Yard, brindar mejores servicios de colocación laboral para la comunidad y celebrar la rica historia de este enclave de Brooklyn. 

La construcción también se completa con un Centro de Fabricación Ecológica de 23,000 metros cuadrados, el Invernadero Duggal de más de 3000 metros cuadrados y la granja en azotea más grande del país, la llamada Brooklyn Grange.

Toda esta historia de esta instalacion industrial que durante mas de 150 años significo el lugar de nacimiento y partida de las mas determinantes flotas de guerra del ultimo siglo,pero tambien como lugar de paso, hogar y lugar de trabajo de innumerables mujeres y hombres veteranos que sirvieron desde ahi al pais.

Para poner en valor esas memorias la Corporación de Desarrollo del Brooklyn Navy Yard inicio el  Brooklyn NAvy Yard Oral History Project, pare del Home Front Project, una iniciativa para preservar y compartir entrevistas sonoras con mujeres y hombres civiles que experimentaron desde las lineas de montaje de fabricas y astilleros los avatares de las II Guerra Mundial

El Brooklyn Navy Yard ahora alberga a más de 450 empresas que emplean a más de 11,000 personas y generan más de 2500 millones de $ por año en impacto económico para la ciudad. 

Sobre la base de la historia prolongada del historico Navy Yard como corazón económico de Brooklyn, el nuevo parque empresarial, hoy en dia activo frente a las transitadas aguas del East River ofrece en muchos casos un camino crítico hacia el desarrollo laboral, económico y personal para muchos neoyorquinos.

En este nuevo podcast visitaremos la historia del Brooklyn Navy Yard, el astillero que en Wallabout Bay, durante mas de 150 años vió la creación de algunos de las buques de guerra más importantes en la historia de los Estados Unidos.

Brooklyn Navy Yard Oral History Project
https://nationalhomefrontproject.org/brooklyn-navy-yard-oral-history-project/

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Podcast: Las epidemias que modelaron Nueva York

En septiembre de 1668, Samuel Megapolensis, el pastor de la iglesia holandesa en la recién creada Nueva York, escribía a un amigo acerca de cómo el Señor nos había «visitado con la disentería, la cual incluso ahora está aumentando en virulencia».  Muchos han muerto por eso, y muchos están enfermos «.

Lo que Megapolensis estaba describiendo era probablemente el primer brote de fiebre amarilla de la ciudad y que la asolaría intermitentemente  durante más de un siglo.

 Más de 350 años después, el mundo y Nueva York se encuentran en medio de otra pandemia, y el número de casos aumenta cada día.  

Es instructivo e incluso puede llegar a ser sedante el recordar que hemos estado aquí antes: desde la fiebre amarilla y el cólera hasta la polio y la mal llamada gripe española.

La forma misma de la ciudad ha sido dictada por su respuesta a las epidemias.  Revisitar estos brotes en el pasado ​​no solo proporciona una idea de la capacidad de recuperación de la ciudad, sino que también apunta a formas en que la pandemia puede remodelar Nueva York una vez más.

 La fiebre amarilla fue tan devastadora en los principios de Nueva York porque, como el nuevo coronavirus, nadie tenía inmunidad natural.  Esto estaba en marcado contraste con la viruela, la enfermedad más prominente en los siglos XVI y XVII;  

Si bien esa enfermedad devastó las comunidades de nativos americanos como la población de la Confederación de los Iroquois y los grupos a ellos alineados cuya población se redujo hasta en un 87 por ciento, muchos colonos habían adquirido inmunidad a la enfermedad mientras aún vivían en Europa, donde los brotes de viruela eran casi rutinarios por aquel entonces.

 Las estadísticas precisas sobre los primeros brotes de fiebre amarilla son difíciles de encontrar, pero revisando las crónicas, en 1702, Lord Cornbury, el gobernador colonial de Nueva York, escribió que «en diez semanas, la enfermedad ha barrido a más de quinientas personas de todas las edades y sexos».  

Para poner eso en perspectiva, la población de la ciudad de Nueva York en ese momento rondaba únicamente los 5,000;  El 10 por ciento de los vecinos de la ciudad murió en menos de tres meses.

Si bien el vector más común para la fiebre amarilla fueron las picaduras de mosquitos, en los siglos XVII y XVIII la enfermedad se atribuyó a todo, desde los malos vapores (la llamada teoría de la enfermedad «miasma») hasta el saneamiento deficiente y el aumento de la inmigración, tanto así que  llegó a ser conocida como «la enfermedad de los extraños».  

Para combatir el miasma, en la década de 1730, Nueva York comenzó a regular el estabulado del ganado dentro de los límites de la ciudad, y finalmente  los mataderos y los corrales se trasladaron al área cerca del llamado Collect Pond, un estanque que cubría el área donde ahora se encuentran los tribunales de Foley Square y el edificio municipal, en el lower Manhattan.

Esta reordenación no logró hacer mucho para detener los embates de la enfermedad.  Impulsada por un nuevo brote en 1793, la ciudad de Nueva York creó su primer Departamento de Sanidad, que promulgó una serie de leyes de cuarentena cada vez más estrictas, también creó una Comisión de Sanidad, constituida tres responsables para administrar y autorizó al Consejo local a aprobar ordenanzas sanitarias y nombrar un inspector sanitario.

 Si bien la comisión de sanidad no tenía mucho poder más allá de reaccionar ante los brotes de las enfermedades, en otros lugares de la ciudad, los médicos y los reformadores estaban considerando cómo abordar los problemas de salud pública.  

Entre las soluciones estudiadas estaba una ubicación permanente para el paso de las cuarentenas, que finalmente sería una granja fuera de los entonces límites de la ciudad llamada «Belle Vue», y que fue comprada en 1798 por el hospital del centro de la ciudad con dicho nombre y pronto, como el propio Hospital Bellevue, se convirtió en un lugar clave para aislar a las víctimas.

En 1799, respondiendo a las llamadas para limpiar las innumerables fosas sépticas de la ciudad, Aaron Burr, más conocido por su brazo financiero, el Banco de Manhattan, precursor del actual JP Morgan Chase, fue el precursor en instalar una primitiva tubería de madera en el bajo Manhattan y así por primera vez, algunos privilegiados neoyorquinos pudieron disfrutar en sus viviendas de lo que por aquel entonces podía considerarse como agua potable.

Pero la fuente de agua potable de de Burr, ubicada cerca del estanque de recolección de aguas fecales, el Collect Pond, era en sí totalmente insalubre.  En 1803, el Consejo de la Ciudad votó por desecar y rellenar de tierras este estanque, que había acabado irremediablemente contaminado completamente por los desechos urbanos y de los numerosos mataderos cercanos.  

Para ello, la ciudad cavó un canal de desagüe que discurriría en dirección oeste hacia el río Hudson y para ello pagó migajas a los neoyorquinos que por aquel entonces se ofrecieron a ello por hallarse sin trabajo para ayudar en la tarea.  

Este canal, una vez drenado el estanque , se rellenó durante la década de 1820 y ahora es lo que todos conocemos como Canal Street;  Los terrenos recuperados donde se encontraba este estanque dieron origen al vecindario de Five Points, que pronto se convertiría en la ubicación de algunas de las viviendas ocupadas por inmigrantes más superpobladas de la ciudad, los llamados Tenements.

A su vez, y mientras se acometía esta empresa de drenaje , una comisión formada a tal efecto, estaba ya trazando la cuadrícula de calles y avenidas rectilíneas de Manhattan desde Houston St. Hasta la actual calle 155, marcando una vía para que los por aquel entonces neoyorquinos más ricos escapasen de los primitivos e insalubres confines del bajo Manhattan.  

Una crítica a este nuevo Commissioners plan para Manhattan fue su falta de espacios abiertos, pero los comisionados señalaron que, a diferencia de París o Londres, donde una gran cantidad de lugares amplios como los parques podrían ser necesarios, en Nueva York con sus grandes brazos de mar que la envuelven por el este y el oeste, esto no era particularmente necesario en lo que respecta a la salud y el placer de sus habitantes.

Esencialmente, después de haber presentado el plan, pensaron que el plan proveía de espacio libre más que suficiente para una población mayor de la que por entonces habitaba en cualquier lugar de Estados Unidos. 

Los comisionados sostenían que la mayor parte de Manhattan, con o sin cuadrícula trazada, en cualquier caso era espacio libre y abierto para el necesario esparcimiento de los vecinos.

Solo tendrían que pasar un par de generaciones para constatar que ese espacio libre inicialmente previsto había desaparecido por completo.

En la década de 1830, unos años en la que la población de la ciudad creció de 200,000 a más de 310,000 habitantes, Nueva York se vio afectada por nuevos desastres.  Así es, que en junio de 1832, un brote de cólera mató a 5.000 personas en solo dos meses, y particularmente en el creciente barrio de Five Points.  Como nadie sabía aún que la enfermedad se propaga principalmente a través del agua contaminada, la ciudad continuó ignorando sus galopantes problemas de escasez de agua realmente potable.

Esta percepción cambió cuando, en diciembre de 1835, estalló un incendio en Hannover Square , destruyendo casi todo lo que quedaba de la primitiva ciudad colonial holandesa y británica.  

Aunque Nueva York ya tenía códigos de protección de incendios relativamente estrictos, este incendio, que, a diferencia del brote de cólera, golpeó los edificios de los más ricos, destacó la continua dependencia de la ciudad del agua de los pozos.

Si bien la compañía de suministro de agua Burr ‘s Manhattan Company todavía existía, nunca había llegado a tender  suficiente  cantidad de tuberías de suministro para llegar a ser realmente viable financieramente .  

Las casas que se estaban construyendo en áreas emergentes más al norte como Greenwich Village todavía tenían letrinas y cisternas de agua, a veces construidas una adyacentes a las otras, lo que hacía muy poco para frenar la propagación de las enfermedades en el agua de consumo humano.

En respuesta al incendio, la ciudad impulsó la construcción del Acueducto Croton, una obra faraónica que se inauguró en octubre de 1842 y que a día de hoy sigue surtiendo a Nueva York de agua potable.

Este  sistema de transporte hidráulico  fue construido siguiendo los principios romanos antiguos, con agua que descendía por gravedad desde la presa del río Croton, a 40 millas al norte de la ciudad en el condado de Westchester.  «

Nueva York a partir de ese momento no solo tendría la capacidad de combatir incendios de manera más efectiva gracias a un constante suministro de agua, sino que las nuevas construcciones que se llevarán a cabo en la ciudad también podrían incluir tuberías interiores de suministro de agua potable.

Al igual que Greenwich Village había proporcionado un escape para algunos neoyorquinos de clase media que buscaban salir del bajo Manhattan, la promesa de agua corriente en las viviendas empujó a otros futuros propietarios hacia el norte a vecindarios recientemente acuñados como Gramercy Park y Chelsea, lo cual brindó a los residentes con mayores posibilidades, la oportunidad de vivir en hogares más limpios y salubres.

Pero para la creciente clase trabajadora de la ciudad, en su mayoría inmigrantes de Alemania e Irlanda, las condiciones empeoraron.  La construcción del primer Tenement de la ciudad (probablemente en el número 65 Mott Street) a mediados de la década de 1820 provocó una nueva ola de densidad en Five Points.  

Para cuando estallaron los disturbios debido al reclutamiento de soldados de la Guerra Civil en julio de 1863, la ciudad albergaba ya a más de 800,000 personas, casi una cuarta parte de las cuales eran irlandesas, y la mayoría de ellas vivían en este barrio de Five Points.

Una vez concluida la Guerra Civil, los reformadores encabezaron el movimiento para mejorar la salud y el bienestar de estos inmigrantes que seguían llegando en oleadas al país y a la ciudad.

La primera de ellas fue la introducción de la «Ley para la Regulación de Viviendas en las ciudades de Nueva York y Brooklyn», una precursora de los actuales Building Codes, que regulaba las salidas de incendios, los primitivos medios de extinción y la evacuación de los edificios.

En 1879, esta primitiva ley se revisó para introducir la obligatoriedad de inodoros en los edificios y proporcionar una ventana al exterior en cada habitación de las viviendas.  Esto creó lo que se conoció como una tipología de vivienda de edificio en H con patios interiores entre los distintos edificios para la ventilación de los espacios interiores, lo cual tampoco evitaba que estos mismos patios eran a menudo demasiado estrechos para proporcionar realmente un flujo de aire adecuado y que en cambio, se llenaban de olores nocivos e incluso acababan convertidos en receptáculos para la basura.

Finalmente, el proporcionar la conexión de los edificios al nuevo alcantarillado de la ciudad fue un gran paso adelante en la batalla contra las enfermedades.  

Pero colocar tuberías de alcantarillado y obligar a abrir ventanas de viviendas era solo una parte de la gran cruzada en pos de salud pública.  

A partir de la década de 1850, el movimiento para crear Central Park y otros parques de la ciudad no solo consistió en corregir los errores de la cuadrícula del plan inicial de la cuadrícula de los Comisionados, sino en mejorar la salud, tanto física como moral, de los neoyorquinos.  

De hecho, para muchos en el siglo XIX, la mala salud a menudo estaba vinculada a la moral laxa, y no es de extrañar que el co-diseñador de Central Park, Frederick Law Olmsted, considerara que el parque tenía una «influencia armonizadora y refinada sobre las más desafortunadas y sin ley clases sociales de la ciudad.

Si bien, al menos la mayoría de las personas, ya no vinculan la mala salud con la depravación moral, que, en el siglo XIX, también tenía una implicación de oposición a la inmigración, no hay duda de que los patrocinadores del parque tenían razón en una cosa: pasar tiempo en espacios verdes es bueno para la salud.

A principios del siglo XX se producirían  dos epidemias más que pusieron de nuevo a prueba la preparación y capacidad de reacción de Nueva York.

 El 8 de junio de 1916, se informó de cuatro casos de poliomielitis, más conocida como polio o parálisis infantil, en la comunidad italiana del Gowanus, en Brooklyn.  La polio, una enfermedad viral, había comenzado a aparecer más regularmente en los Estados Unidos a fines del siglo XIX, pero rara vez se generalizó.  El primer brote importante en Nueva York había sido en el verano de 1907, cuando se informó de alrededor de 2.500 casos.

 Pero este brote de 1916 sería diferente: los investigadores pronto descubrieron una serie de casos no reportados tanto en Brooklyn como en Manhattan, y para el 17 de junio, el departamento de sanidad había declarado ya la epidemia.  

Los hogares donde alguien había contraído la polio podían optar por la cuarentena o que los contagiados fueran enviados a un hospital de la ciudad.  

Dado que muchos no podían cumplir con los estrictos requisitos de cuarentena de la ciudad, que incluía una habitación separada para uso exclusivo del paciente y un asistente que no estaría involucrado en ninguna preparación de alimentos en el hogar, se les arrebataron a muchos padres sus hijos y muchos murieron finalmente separados en los  hospitales de cuarentena.  

Finalmente, más de 23,000 personas contraerían la enfermedad, de las cuales aproximadamente 5,000 perecerían.

Pero esto fue solo un preludio de lo que llegaría de Europa dos años después, en 1918: la gripe, que terminó matando a entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo en tres oleadas y que, junto con los 18 millones de personas que perecieron en la Primera Guerra Mundial, casi destruyó a toda una generación.

 Al igual que con la polio, Nueva York pudo aprovechar su infraestructura de salud preexistente.  El Departamento de Sanidad requisó almacenes de armamento y otros edificios públicos para crear clínicas de campo, y además lanzó una campaña que instó a las personas a costumbres bastante generalizadas por aquel entonces como no escupir en público o toser cerca de otros.

Finalmente , Nueva York consiguió uno de los mejores resultados en los Estados Unidos: alrededor de 30,000 neoyorquinos perecieron por la gripe en 1918-19, con una tasa de mortalidad de aproximadamente 3.9 personas por cada 1,000.  (En Filadelfia, donde la gripe probablemente desembarcó por primera vez en el país, casi 8 de cada 1,000 casos terminaron siendo fatales). Algunos atribuyeron el éxito de la ciudad a la práctica novedosa de escalonar los horarios comerciales y de entretenimiento para aliviar la congestión del metro y así  mantener a los neoyorquinos más alejados entre sí ,similar al distanciamiento social actual que tratamos de aplicar en estos momentos.

En la década de 1920, el recuerdo de los estragos causados por estas epidemias ayudó a dar forma a las nuevas políticas de vivienda de la ciudad, y en especial la vivienda pública. 

El Lower East Side albergaba a más de un tercio de la población de Manhattan, con muchas personas todavía viviendo en viviendas abarrotadas y de deplorable calidad.  

Muchos reformadores argumentaban que mejorar las condiciones de las viviendas sería un primer paso necesario para prevenir otro brote de enfermedad.  

Fue así como surgieron nuevos edificios de apartamentos subsidiados, como los Apartamentos Dunbar financiados por el propio Rockefeller en Harlem y las Viviendas Amalgamadas en el Bronx.  El Dunbar, inspirado en los apartamentos con jardín populares en lugares como Jackson Heights, presentaba entradas privadas a patios interiores de manzana o interior courts (en lugar de viviendas, a las que se ingresaba desde la calle) y apartamentos bien diseñados con cocinas y baños modernos, junto con llamadas “amenities” como una guardería, sala de esparcimiento, área de juegos e incluso seguridad privada.

 Estos edificios promovidos con fondos privados fueron seguidos por los primeros edificios de la llamada  NYCHA, la New York City Housing Authority, y sus primeras Casas en East 3rd Street, que prometían en su lema «sol, espacio y aire», y señalaban que estos eran los requisitos mínimos de vivienda a los que tiene derecho todo estadounidense.  

El diseño de una torre en un parque que floreció en las próximas tres décadas del siglo XX a menudo se atribuye a Ville Radieuse de Le Corbusier y la creencia de este arquitecto de que los conjuntos de edificios altos ampliamente espaciados solucionarían los problemas de la sociedad.  Le Corbusier, como muchos de sus contemporáneos modernistas, estaba profundamente influenciados por los efectos del brote de la gripe de 1918, por lo que sus ideas de que la planificación urbana y la construcción de viviendas deberían promover la buena salud y la buena moral habrían resonado intensamente en los planificadores urbanos de Nueva York.

Pero la ciudad sabía que la luz del sol y el aire por sí solos no serían suficientes.  

En los edificios de vivienda pública de NYCHA, el alquiler debía pagarse semanalmente, y tomando prestado de la respuesta de salud pública durante las epidemias del pasado, se contrataron asistentes de vivienda tanto para cobrar este alquiler como para hacer un control sanitario semanal.  De esta manera, la ciudad consideró que podría estar un paso por delante de cualquier problema, incluidas enfermedades graves, y esencialmente poner a los inquilinos en contacto con un trabajador social de manera regular.

En la actualidad, puede ser difícil, con gran parte de las viviendas públicas de Nueva York plagadas de roedores, moho, pintura con plomo y a veces ascensores rotos, ver estos edificios como una historia de éxito de salud pública.  Pero para aquellos que se mudaron a ellos  desde las condiciones de viviendas hacinadas, los llamados “projects” fueron un cambio a mejor en sus condiciones de vida.

Sin embargo, a fines de la década de 1940, la fuerte resistencia de los inquilinos había eliminado estos controles semanales y, a medida que se desarrollaban las vacunas contra la polio, la fiebre amarilla y otros flagelos para la salud, en la década de 1950, la amenaza inminente de una emergencia de salud pública se fue desvaneciendo.  

Décadas más tarde, cuando Nueva York entró en la gran crisis fiscal de la década de 1970, muchos bienes inmuebles residenciales sufrieron, pero ninguno más que el envejecimiento sufrido por las viviendas públicas, donde el deficiente mantenimiento permitió que los problemas crecieran, a veces de manera exponencial.

Hoy en día, 1 de cada 15 neoyorquinos depende de la vivienda pública.  Mientras Nueva York se enfrenta a la pandemia de Covid-19, ¿cómo se atiende a los inquilinos más vulnerables de la ciudad de estos edificios?  

En una era de distanciamiento social como en la que nos hallamos recluidos, la validez del énfasis de Le Corbusier en el espacio abierto es evidente.  

Pero si se les va a pedir a los neoyorquinos que se refugien dentro de sus viviendas para soportar lo peor de la pandemia, está la ciudad a la altura?  

Durante casi cuatrocientos años, Nueva York ha podido responder a diversos brotes de enfermedades mediante la construcción de nuevos hospitales, la creación de estaciones de cuarentena y el establecimiento de zonas seguras.  Pero la asistencia a sus residentes más desfavorecidos generalmente es reactiva y ocurre generalmente después del hecho.  Desde los patios interiores de los edificios de viviendas hasta los espacios verdes en torno a las viviendas públicas, la arquitectura de Nueva York generalmente ha mirado por encima del hombro al último problema sufrido y rara vez se adelanta al siguiente.

Lo que el futuro cercano nos depara y el mundo que nos espera ahí fuera cuando salgamos es incierto.

El mundo y para  notrosos aquí la ciudad estará  esperándonos para recordarnos que hemos de perseverar en los esfuerzos por la mejora del entorno vital de todas las personas y a no cejar en la observación y vigilancia de nuestros gobiernos para que actúen imparcial y responsablemente con la información proporcionada por la ciencia para que la historia no vuelva a escribir una vez más uno de estos capítulos de tragedia e irreparables perdidas de vidas humanas.

En estos tiempos de cuarentena echamos la vista atrás en la historia de Nueva York para revisitar la historia de las epidemias que asolaron esta ciudad y de un modo u otro le dieron la forma que hoy tiene.

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Podcast: Seneca Village, el barrio de Nueva York que Central Park destruyó

Central Park, la gran alfombra verde que preside la mitad superior de la trama urbana de Manhattan es algo ya inherente a esta ciudad. Ha sido un ejemplo para la creación de multitud de parques y zonas verdes de recreo tanto dentro como fuera de los Estados Unidos.

Hoy, con sus más de 150 años de historia continúa siendo ese verde oasis que tanto el neoyorkino como el visitante encuentra cuando busca abstraerse del ajetreo y la actividad de la ciudad que le rodea.

Pero esta gran y rectangular mancha verde de más de 3 km cuadrados de extensión, formada por praderas, pequeños bosques, lagos, senderos, parterres y calles y que la ciudad concibió y promovió entre 1857 y 1876 con el diseño de los arquitectos paisajistas Frederick Law Olmsted y Calvert Vaux no fue establecida sobre terrenos vírgenes de la isla de Manhattan.

Este gran parque hoy delimitado por la calle 59 en su parte sur, la calle 110 en su extremo norte ya colindante con Harlem, la quinta avenida por el este y Central Park West u Octava avenida por el oeste, ocupa, al menos en su lado oeste los terrenos que en los años anteriores a su planeamiento y construcción ocupara un asentamiento urbano que constituía una dinámica y casi desconocida comunidad, entre las actuales calles 83 y 88, y que únicamente en los últimos años ha salido a la luz gracias al trabajo de historiadores y arqueólogos.

Antes de que se creara Central Park, el paisaje a lo largo de lo que ahora es el perímetro del parque desde la calle 83 oeste hasta la calle 89 era el original emplazamiento de Seneca Village, una comunidad de predominantemente de afroamericanos, muchos de los cuales eran propietarios de los terrenos. 

Alrededor de 1855, el núcleo de población estaba formado por aproximadamente unos 225 residentes, compuestos por aproximadamente dos tercios de afroamericanos, un tercio de inmigrantes irlandeses y un pequeño número de personas de ascendencia alemana. 

Seneca Village, uno de los pocos enclaves afroamericanos de la época, permitió a los residentes vivir lejos de las secciones más urbanizadas del centro de Manhattan y en cierto modo escapar de las condiciones insalubres y sobre todo el racismo al que se enfrentaban allí.

Quizás la primera pregunta que nos hacemos sería el origen de la denominación de este núcleo o poblado como Séneca Village.

Como en muchos otros asuntos históricos no estudiados hasta fechas recientes, las opiniones y argumentos son diversos.

Aún así, la teoría de que el nombre pudiese derivar de la tribu nativa de los Seneca parece poco probable, dado que la isla de Manhattan no era territorio habitado por esta tribu o grupo nativo. 

Otros historiadores sustentan la teoría más poética y políticamente más  atrevida, que el nombre derivaría de la figura del político y filósofo hispano Romano Seneca, que postulaba por  un gobierno fundamentado en el respeto a las libertades individuales.

Los habitantes negros de Seneca Village que estudiaban filosofía clásica en las African Free Schools, podrían haber adoptado este nombre para su poblado reflejando sus aspiraciones para esta nueva comunidad.

Para conocer los orígenes de Seneca Village tendremos que remontarnos a 1825, cuando los propietarios de los terrenos de la zona, John y Elizabeth Whitehead, subdividieron sus tierras en 200 lotes y las pusieron a la venta. 

Andrew Williams, un zapatero afroamericano de 25 años, compró los primeros tres lotes por la cifra de $125. 

Epiphany Davis, empleado de una tienda, compró 12 lotes por $578, y la Iglesia AME Zion compró otros seis lotes. De allí nació una comunidad. 

De 1825 a 1832, los Whiteheads vendieron aproximadamente la mitad de sus parcelas a otros afroamericanos pudiéndose encontrar a principios de la década de 1830 unas 10 casas construidas en este nuevo núcleo de población en la isla de Manhattan.

Hay según los historiadores algunas pruebas de que los residentes tenían en sus casa jardines y se dedicaban a criar ganado en Seneca Village, y el cercano río Hudson era una fuente probable de pesca para esta comunidad. 

Además, un manantial cercano, conocido como Tanner ‘s Spring, proporcionaba un suministro de agua.

Avanzando dos décadas, a mediados de la década de 1850, Seneca Village comprendía ya 50 hogares y tres iglesias, así como sus propios cementerios e incluso una escuela para estudiantes afroamericanos.

Para los afroamericanos, Seneca Village ofreció la oportunidad de vivir en una comunidad autónoma lejos del centro densamente poblado. 

A pesar de la abolición de la esclavitud en el estado de Nueva York en 1827, la discriminación aún prevalecía en toda la ciudad de Nueva York y limitaba severamente la vida de los afroamericanos. 

La ubicación remota de Seneca Village probablemente proporcionó un refugio de este clima hostil.

Nueva York, que históricamente creció con la ficción de que la esclavitud se limitaba al Sur, se dio cuenta de lo contrario en 1991, cuando trabajos de construcción en el Bajo Manhattan desenterraron cientos de esqueletos de un cementerio olvidado de la era colonial que había servido como el lugar de enterramiento colectivo de 15,000 africanos.  

El sitio del enterramiento, conocido desde 2006 como el Monumento Nacional del Cementerio Africano, subrayó el hecho de que la ciudad de Nueva York a fines del siglo XVIII era un epicentro de la trata de esclavos, con más africanos que cualquier otra ciudad del país, con la posible excepción de Charleston, Carolina del Sur.

En comparación con otros vecinos afroamericanos de Nueva York, los residentes de Seneca Village parecen haber disfrutado de mayor estabilidad y prosperidad económica : en 1855, aproximadamente la mitad de ellos poseía sus propios hogares. 

Con la propiedad, llegaron otros derechos que los afroamericanos no disfrutaban comúnmente en la ciudad, como por ejemplo, el propio derecho al voto. 

En 1821, el estado de Nueva York exigía a los hombres afroamericanos que poseyeran al menos un capital de $250 en propiedad y que tuvieran acreditada su residencia durante al menos tres años para poder votar. 

De los 100 neoyorquinos afroamericanos con derecho para votar en 1845, 10 de ellos vivían en Seneca Village.

El hecho de que muchos residentes fueran dueños de propiedades contradice algunas percepciones erróneas comunes a mediados del siglo XIX de que las personas que vivían en la tierra expropiada posteriormente para el Parque eran habitantes pobres que vivían en chabolas. 

Mientras que una minoría de residentes vivían en humildes cabañas en condiciones de hacinamiento, la mayoría vivía en casas de dos pisos. 

Los registros del censo muestran que los residentes estaban empleados, y los afroamericanos generalmente empleados como trabajadores en negocios locales  y en trabajos de servicio, las principales opciones para ellos en ese momento. 

Los registros también muestran que la mayoría de los niños que vivían en Seneca Village se encontraban escolarizados.

A principios de la década de 1850, la ciudad comenzó a planificar un gran parque municipal para contrarrestar las condiciones urbanas poco saludables y proporcionar espacio para el esparcimiento de sus vecinos. 

En 1853, la cámara de representantes del Estado de Nueva York promulgó una ley que designó 775 acres de terreno en Manhattan, desde las calles 59 a 106 y entre las avenidas Quinta y Octava, para crear el primer parque público ajardinado más importante del país.

La Ciudad adquirió la tierra a través de la expropiación , lo cual permitió al gobierno hacerse con terrenos privados para uso público con una compensación establecida pagada al propietario. 

Esta era una práctica muy común en el siglo XIX, y ya se había utilizado previamente para construir la cuadrícula de calles de Manhattan unas décadas antes con el llamado Commissioner ‘s Plan de 1811. 

Con esta operación que afectó a Seneca Village, hubo aproximadamente unos 1.600 habitantes desplazados en toda la zona y aunque los propietarios de las tierras fueron compensados, muchos argumentaron  que sus tierras habían sido infravaloradas por las autoridades del Estado. 

Esta destrucción se asemeja a lo ocurrido. 100 años más tarde, en la década de 1960 cuando el país se embarcó en un frenesí de renovación urbana clasificando muchos barrios de clase obrera y gran dinamismo como “slums” o zonas marginales para justificar su demolición y sustitución por infraestructuras o nuevos barrios, política encabezada por el comisionado Robert Moses.

Finalmente, todos los residentes tuvieron que irse a finales de 1857. 

Para algunos autores, la desaparición de Seneca Village supuso la muerte del sueño de la utopía negra

Se están realizando investigaciones para determinar dónde se mudaron los residentes de Seneca Village; algunos pudieron haber ido a otras comunidades afroamericanas de la región, como Sandy Ground en Staten Island y Skunk Hollow en New Jersey.

Aunque tenemos un conocimiento limitado de cómo era la vida en Seneca Village, ha habido un trabajo continuo para aprender más sobre sus residentes y sus vidas. En 2011, arqueólogos de la Universidad de Columbia y la Universidad de la Ciudad de Nueva York realizaron una excavación del lugar. 

En ella, descubrieron una gran variedad de artefactos que habían sido allí abandonados y enterrados, tales como una tetera de hierro, una sartén para asar, una botella de cerveza de gres, fragmentos de porcelana de exportación china y un zapato pequeño con suela de cuero y parte superior de tela. Estos artículos nos han ayudado a reconstruir cómo era la vida de los residentes del pueblo.

A pesar de su corta historia de solo 32 años, Seneca Village se entiende como una comunidad muy unida que sirvió como una fuerza estabilizadora y de afianzamiento social en tiempos de incertidumbre para una comunidad históricamente maltratada.

Hoy en día, Central Park nos ofrece la posibilidad de explorar esos vestigios históricos de Séneca Village a la vez que aprender algo de su historia y circunstancias que lo rodearon.

Una exposición al aire libre disponible hasta Octubre de 2020 a la que llegaremos desde la entrada del parque en la calle 85 oeste nos guiará mediante paneles informativos y señalización a través de los diversos lugares que ocupó este asentamiento cuasi olvidado de Nueva York cuya memoria yace sepultada bajo las praderas y bosques de Central Park.

En este nuevo podcast abordamos una página un tanto desconocida de Nueva York.
La de Seneca Village, el asentamiento predominandemente afroamericano que se hallaba en el lado Oeste de lo que hoy conocemos como Central Park.

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Podcast: Un paseo hasta el bajo Manhattan

Jackson Square

Quieres acompañarme en un improvisado paseo que nos llevará desde los límites de Chelsea con el West Village hasta el bajo Manhattan caminando por la margen del río Hudson?

Te contaré lo que nos vayamos encontrando por el camino comentanto lugares, hechos y quién sabe… lo que vaya surgiendo por el camino.

El viaje empieza aquí.

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