


Podcast: Cinco lugares para disfrutar el skyline de NYC
Podcast: Cinco lugares para disfrutar el skyline de NYC
Greenpoint Landing Block D., Brooklyn, NY
OMA
Estás aves crían en el norte de Canadá y en invierno acuden a zonas menos gélidas de Norteamérica como es ésta del noereste de los Estados Unidos.
Estas aves migratorias están protegidas tanto por las leyes estatales como federales por lo que no deben ser molestadas y mucho menos acosadas. Además son bastante apacibles y el único problema que plantean son posibles peligros para la nevagación aerea cuando su número excede ciertos niveles y ya más a nivel de calle, los «regalitos» que dejan a su paso, merced a su dieta vegetariana…
Al hilo de fauna salvaje con la que convivimos en Nueva York, hace algún tiempo hablamos de los halcones de Nueva York
Y ningún lugar mejor que el parque para aprovechar esos rayos en estos cortos días de invierno.
Un podcast ligero para cerrar este movido año 2021 rescatando la tradición de respetar en algunos edificios la superstición con la no inclusión en la numeración de las plantas de un piso 13.
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Trader Joe’s, uno de los supermercados más populares en EEUU, ha recuperado bajo el desembarco en Manhattan del Queensboro Bridge los espacios abovedados en su día concebidos por el arquitecto valenciano Rafael Guastavino.
Hace unos años relatamos en un podcast como importó y patentó la técnica de la bóveda tabicada cerámica mediterránea. Encuéntralo y escúchalo aquí:
Lo cierto es que a pesar de todos los problemas que tiene la ciudad moderna, es un área de Nueva York que se está regenerando a un ritmo bastante elevado y que quizás en un futuro no muy lejano, convierta a alguna de sus zonas en el próximo Williamsburg (el Brooklyn de los 70 y 80 tampoco era un parque de atracciones…).
No deja de sorprender el descubrir que lugares como este graffiti en Simpson St., son visitados por turistas que vienen aquí expresamente a hacerse las fotos de rigor.
Traemos hoy al podcast la trágica historia del accidente aereo que en 1960 provocó la muerte a 134 personas y la caída de los restos de un avión comercial sobre las calles de Park Slope en Brooklyn.
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A medida que los vuelos en los modernos reactores de pasajeros se convertían en moneda común y el nuevo signo de los tiempos, en 1960, un mortal accidente aéreo en pleno vuelo en el espacio aéreo de Nueva York, ensombrecería temporalmente ese fervor y fomentaría un clamor de la opinión pública por un mejor control y gestión de la seguridad del tráfico aéreo.
Era el accidente que más temían los pilotos y pasajeros de la aún nueva era de los reactores: un tipo de catástrofe claramente nuevo, una que nunca había antes ocurrido en una zona urbana importante, una que habría parecido mucho menos aterradora solo unos años antes. cuando los aviones eran más pequeños y más lentos.
Corría la mañana el 16 de diciembre de 1960, paradójicamente un día antes del 57 aniversario del primer vuelo de los hermanos Wright en los bancos de arena de Kitty Hawk.
Los informes posteriores a la investigación por parte de las autoridades de aviación civil, y también de números testigos visuales y del radar de control de tráfico aéreo, sugieren que dos aviones, un DC-8 de United Airlines y un Super Constellation de Trans World Airlines, probablemente colisionaron en el aire sobre la vertical de Staten Island.
El DC-8 procedía del aeropuerto de Chicago O’Hare con destino al aeropuerto Idlewild, llamado así por aquel entonces y ahora aeropuerto JFK, con 84 pasajeros a bordo.
Por su parte, el Super Constellation volaba desde Dayton y Columbus, en Ohio, hacia el aeropuerto de LaGuardia.
Ninguno de los aviones había informado hasta el momento sobre problemas técnicos, pero realmente el avión de United Airlines, estaba sufriendo problemas en sus sistemas de radio.
Uno de los receptores a bordo del avión que rastreaban las señales de navegación no funcionaba correctamente.
Eso explicaría por qué el avión de United no entró en el patrón de espera que se suponía debía hacer y, debido a que los pilotos aparentemente no sabían su posición correcta, el DC-8 no redujo la velocidad a las 240 millas por hora, como le habían indicado los controladores.
En el fatídico momento, el DC-8 volaba a 360 millas por hora, impactando en el Super Constellation de TWA con uno de sus cuatro motores en la misma cabina de este.
Tras la colisión, los restos del avión de TWA se estrellarían en el Miller Field, en la costa sureste de Staten Island, donde ahora se encuentra el New Dorp High School.
No habría daños en tierra ni a personas ni a ninguna propiedad en este lugar.
Sin embargo, entre los tripulantes y pasajeros de este avión turbohélice no hubo supervivientes a pesar de que los 44 cuerpos hallados tras el siniestro fueron trasladados inmediatamente al cercano Hospital Seaview.
Por otra parte, los restos del reactor cuatrimotor DC-8, llegarían despedidos cruzando el New York Harbor, desde el punto de impacto, hasta Park Slope, Brooklyn, y más precisamente hasta Sterling Place cerca de su intersección con la 7a avenida.
Algunos testigos especularon que el avión de United intentaba realizar un aterrizaje de emergencia, tal vez en Prospect Park mientras descendía, pero no se encontraron evidencias de que los pilotos mantuvieran ya por entonces el control del aparato.
Inmediatamente la ciudad movilizaría a casi 2.500 efectivos ( entre policías, bomberos, médicos, enfermeras y voluntarios de protección civil), pero en estos primeros momentos, éstos no llegarían a comprender la magnitud del desastre al que se enfrentaban.
Solo cuando los primeros bomberos llegados al lugar encontraron la cola del avión, de una pieza con las letras de «United» todavía claramente visibles, se hicieron una idea de la magnitud de a lo que se enfrentaban..
La devastación provocada por los restos del reactor en esta densa zona residencial era significativa.
La sección de cola estaba depositada en la intersección de Sterling Place y Seventh Avenue; uno de los cuatro motores del avión había aplastado un automóvil cercano y una sección de 25 pies de un ala había cercenado el tejado de una casa de cuatro pisos en el 126 de Sterling Place.
Otras Diez casas brownstone se incendiarían, junto con una funeraria en la intersección de las dos calles, un deli y una lavandería.
Caso particular fie el de la Iglesia Llamada del Pilar de Fuego, lugar de culto de una congregación cristiana Pentecostal, en el 123 de Sterling Place, un nombre trágicamente profético y ubicada a mitad de la manzana, que fue completamente destruida por la colisión de los restos del avión.
Un vigilante de esta iglesia, de 90 años que allí se encontraba, resultó muerto en el acto, una de las seis víctimas mortales en tierra del accidente.
De los ocupantes del DC-8 siniestrado hubo en principio un único superviviente, Stephen Lambert Baltz, un niño de 11 años de Illinois, que viajaba para pasar las navidades en la cercana localidad de Yonkers con unos familiares, y que tras el choque de los restos del avión en tierra fue lanzado desde estos contra una gran pila de nieve que se encontraba depositada por esas fechas en la calle.
Sorprendentemente, cuando fue rescatado, todavía conservaba la consciencia para relatar a los servicios de emergencia su vista de la ciudad de Nueva York desde el aire justo antes del momento del accidente, algo que describiría un médico del cercano Hospital Metodista de Brooklyn, donde fue trasladado.
Desgraciadamente, el niño fallecería al día siguiente víctima de una neumonía causada por respirar gases derivados de los restos de combustible del avión siniestrado.
Esta tragedia aérea se convertiría en el accidente aéreo más mortal hasta la fecha en ese momento con un total de 134 víctimas, 128 de ellas a bordo de los dos aviones y 6 que se encontraban en las calles y edificios de Brooklyn.
También sería el primer accidente en ser investigado utilizando posteriormente la llamada «caja negra» del avión, dispositivo que hoy por hoy equipan a todos los aviones comerciales.
Hoy en día, las cicatrices del accidente aéreo de 1960 se han reparado, borrado o reconstruido en su mayoría, pero todavía hay algunos restos y señales que se pueden encontrar en la actualidad.
La fábrica de ladrillo en la parte superior del 126 de Sterling Place delata por su color y material diferentes al de los edificios gemelos de al lado, los trabajos posteriores de reconstrucción, así como la ausencia por completo de la cornisa en esta parte superior del edificio.
Aunque no existe ninguna placa en Sterling Place para conmemorar esta trágico evento, se han colocado otros emblemas conmemorativos en diversos lugares de Brooklyn.
La compañía United Airlines adquirió en su momento una parcela en el cercano cementerio de Green-Wood para enterrar los restos no identificados de las víctimas.
Además, en 2010, este tradicional y significativo cementerio de Brooklyn erigiría un monumento en honor a todas las víctimas del accidente.
También, en la capilla del Brooklyn Methodist Hospital, donde falleció el niño Stephen Baltz, existe una placa conmemorativa en honor a él y a los otros fallecidos.
En ella se encuentran incrustadas 4 monedas de diez centavos y cinco monedas de cinco que Baltz tenía en su bolsillo cuando fue rescatado, las cuales posteriormente serían donadas a este propósito por su padre.
En cierto sentido esta catástrofe de Park Slope es casi un desastre fantasma, sin las imágenes compartidas universalmente como el Titanic o el zeppelin Hindenburg, un desastre que es, de forma extraña, casi olvidado por aquellos que bien no estaban allí o que no fueron tocados directamente por él.
Park Slope ha cambiado mucho desde 1960 hasta nuestros días y de hecho, era un barrio ya descrito por aquel entonces como «en transición».
A mediados de la década de 1960, Park Slope fue «redescubierto» por jóvenes profesionales que se mudarían aquí atraídos por los alquileres asequibles y la calidad de vida que podría ofrecer a sus familias.
A base de la llegada de esta nueva población, y la profunda renovación del parque inmobiliario, ya en 1973 este vecindario era un hito en el ámbito de Nueva York.
Hoy, tanto el residente como el visitante tiene la oportunidad de degustar los paseos por sus arboladas calles y avenidas flanqueadas por sus características casas rojizas, perderse en la desbordante naturaleza del cercano Prospect Park o saborear su gran variedad de cafés, restaurantes, librerías o pequeños negocios que el barrio nos ofrece.