Podcast: NYC Fruit Carts. The Fruit Guy

Estrenando un nuevo año del podcast, iniciamos con otro de los personajes característicos de las calles y aceras de Nueva York: los vendedores ambulantes de frutas y verduras, o como coloquialmente se les ha venido a llamar, The Fruit Guy.

Son las 4 de la mañana de un día laborable cualquiera.

En la todavía  penumbra de las horas previas al amanecer de un nuevo día, posiblemente en algún lugar de Queens, Brooklyn o el Bronx, sale por la puerta de su apartamento uno de  nuestros protagonistas.

Tras cerrar la puerta tras de sí, camina por las calles todavía silenciosas y casi vacías, hasta la estación de metro más próxima para tomar su habitual tren hasta Manhattan.

Una vez allí, ocupará su puesto al frente del fruit cart que o bien regenta o donde trabaja como empleado, en alguna calle o avenida que cuente  con una buena afluencia de público, tanto de residentes como de los trabajadores que allí acudan a diario a sus puestos,  y que por tanto  propicie un potencial volumen de negocio deseable. 

Desde ese momento, y hasta el final de su larga jornada, se convierte por unas horas, mientras atiende diligentemente a su clientela, habitual u ocasional en The Fruit Guy.

Nuestros protagonistas, hombres y mujeres que despachan productos agrícolas en las calles de Nueva York en sus característicos fruit carts, probablemente sean originarios de lugares tan distantes como Bangladesh, Pakistán, Turquía, algún país centroamericano o incluso México.

Determinar exactamente cuántos puestos y carros de venta de frutas operan en las calles de Nueva York es hasta cierto punto un enigma, dado que los registros oficiales no diferencian entre los distintos tipos existentes dentro de los más de cinco mil vendedores de alimentos autorizados que existen, pero este número es lo suficientemente importante como para haberlos convertido en una faceta integral e icónica del paisaje de las aceras.

Chelsea, Tribeca, el Upper West Side o el Distrito Financiero son algunas de las ubicaciones posibles donde podremos encontrar a nuestros protagonistas al frente de estos establecimientos móviles callejeros de venta de fruta.

Localizaciones, en el caso de Manhattan donde su clientela, aparte de ser los propios vecinos que optan por un comercio local y de proximidad, y que establecen relaciones cotidianas de confianza con estos comerciantes callejeros, suele estar además compuesta por los trabajadores de los negocios y también oficinas que se encuentran en los alrededores, sin olvidar, claro está, a los visitantes de la ciudad en los meses donde esta afluencia es más acentuada.

No nos será difícil encontrarnos y en ocasiones hasta oirles con sus pegadizas frases y vivaz verborrea para atraer la atención del potencial cliente.

Algunos, como Cihan Hamak, un vendedor de origen turco que opera uno de estos establecimientos en el Upper West Side de Manhattan utiliza las plataformas sociales como Instagram para la promoción de su negocio e incluso protagonizó en 2020 un documental titulado “The Fruit Guy” narrando sus experiencias trabajando a pie de calle despachando sus frutas y verduras.

Otro clásico del género en los últimos tiempos son las llamadas “Mango Lady”. Estas vendedoras de mango cortado se pueden encontrar  a menudo en el centro de la ciudad durante las horas pico u otras áreas de mucho tráfico peatonal, tales como el Midtown, Penn Station o Union Square. 

Los mangos y sus vendedoras aparecen en nuestras calles generalmente cuando el clima se vuelve más benigno y permanecen con nosotros durante todo el verano.

Estos mangos son cortados con gran habilidad en rodajas, se sirven dentro de una bolsita  de plástico con cierre y se ofrecen con una variedad de aderezos y condimentos, generalmente lima, sal o incluso salsa picante. 

Estas raciones de mango varían en su precio dependiendo de qué tan turística sea el área donde queramos adquirirlas, pero generalmente se mueven alrededor de la franja de los 5 dólares.

Pero si bien es quizás la estampa más visible y característica, no son estos vecindarios de Manhattan las únicos donde los fruit carts están presentes y juegan un papel esencial en el comercio local y los hábitos de consumo de muchos neoyorquinos.

El programa de Green Carts

Manzana, la fruta estrella en el estado de Nueva York, naranjas, plátano, sandía, tomates o uvas, es solo una pequeña muestra de la variedad que podemos encontrar en estos puestos callejeros de venta de fruta sin tampoco dejar de lado a variedades más singulares y con acentos más tropicales y exóticos.

Hoy por hoy, ya nadie pone en duda la necesidad de ingerir una dieta variada y de la que sin duda la fruta y las verduras han de ser una parte indispensable.

La obesidad y la diabetes, a menudo plagan muchas ciudades del mundo desarrollado hoy por hoy, no siendo Nueva York una excepción, donde un alto porcentaje de los niños en edad escolar se pueden considerar como obesos en mayor o menor grado.

Una de las principales causas de estas deficiencias nutricionales, al igual que en otras ciudades, es la falta de acceso a la compra de frutas y verduras frescas en comunidades y vecindarios considerados como de bajos ingresos.

En 2008, la administración municipal del entonces alcalde Michael Bloomberg lanzaba el llamado programa “NYC Green Cart” para tratar mitigar esta plaga y llevar los productos frescos y a precios razonablemente asequibles a los llamados “desiertos alimentarios” o “food deserts” encuadrados en estas zonas económicamente más desfavorecidas de la ciudad.

Esta iniciativa municipal a su vez formaba parte de un paquete de medidas que se combinaban con otras, con ramificaciones y conexiones incluso con la normativa urbanística, tal como es el denominado FRESH program, el cual incentiva la promoción inmobiliaria con la concesión de edificabilidad adicional a los proyectos a cambio de promover establecimientos comerciales de acceso a productos frescos, un programa del que ya se ha hablado en ediciones anteriores de este podcast.

La meta inicial del programa Green Carts era la concesión de hasta 1,000 permisos de actividad a vendedores ambulantes, con hasta 350 de ellos destinados principalmente al Bronx, una comunidad donde los estudios arrojan como resultado las tasas de obesidad más altas en el estado de Nueva York.

Otras 350 concesiones se destinarían para Brooklyn, 150 para Manhattan, 100 para Queens y otras 50 para Staten Island.

Resultados esperanzadores

Aunque no todos los Green Carts inicialmente incluidos en el programa, continúan a día de hoy operativos, un estudio después de 10 años, de la Universidad de Columbia arroja algunos datos reveladores y hasta cierto punto esperanzadores. De ellos se podría destacar que el 71% de los clientes encuestados informaron sobre un mayor consumo de frutas y verduras frescas desde que compraron en un Green Cart.

El 63% de los clientes se habían convertido en clientes “habituales”, al menos una vez por semana, de los Green Carts.

También, el 68 % de los clientes contaba con ingresos estables de menos de aproximadamente el 200 % del nivel federal de pobreza y el 92% declaraba que la ubicación y los precios son dos razones principales para comprar en los Green Carts.

En una reciente revisión de la reglamentación del programa, y a partir del 27 de agosto de 2022, los llamados Green Carts podrán ahora además ofrecer y vender variedades de comestibles adicionales, aparte de las ya tradicionales frutas y verduras crudas enteras y sin cortar, como son los frutos secos crudos y frutas y verduras en rodajas o ya troceadas, eso sí, únicamente si el carro o vehículo  de venta cuenta con equipo de refrigeración para mantener los alimentos pre-envasados fríos.

Quién los opera

Es en vecindarios como estas áreas urbanas desfavorecidas donde este comercio ambulante y de proximidad es esencial para un acceso básico a alimentos saludables, allí precisamente donde las cadenas de alimentación y supermercados locales no ven rentable la apertura de sus centros de venta.

Tampoco encontraremos aquí los Green Markets o farmer’s markets, donde productores locales de zonas limítrofes se dan cita en lugares como Union Square o Grand Army Plaza en Brooklyn para ofrecer productos generalmente de tipo orgánico y con niveles de producción limitados y que consecuentemente vienen acompañados de precios más altos que los productos que habitualmente se distribuyen en los canales comerciales principales.

Este comercio ambulante, además es a veces una de las pocas oportunidades de integración en el mercado laboral y de establecerse como pequeños comerciantes para muchas personas y obtener una fuente de ingresos propia más o menos estable,  que de otra manera sería más complicado, cuando incluso a veces esto se combina con situaciones de estatus migratorios irregulares.

Ubicado a solo unas pocas millas de uno de los focos de la alta cocina mundial, el vecindario de East New York, Brooklyn, es uno de estos desiertos, una designación para un área que tiene más fácil el acceso a comida rápida, licorerías y tiendas de conveniencia que a opciones de alimentos saludables. 

Vecindarios como este están repletos de los mal llamados delicatessen y bodegas que en su mayoría despachan únicamente productos envasados o empaquetados y como mucho, si tienen suerte, algunas cestas con algún que otro plátano o algunas tristes cebollas.

Los food deserts también son de hecho algunos de los vecindarios más pobres de la ciudad, por lo que pedir comestibles mediante aplicaciones o servicios on-line como Instacart, Amazon Fresh o incluso ir a la tienda de comestibles local una vez a la semana para llenar su refrigerador no es una opción siempre viable o al menos fácil en muchos casos. 

Estos vendedores ambulantes, con sus precios ajustados, más asequibles, y sobre todo, su proximidad, son particularmente esenciales en estos barrios de la ciudad.

Distribución y precios

Como casi todo el comercio local del sector de la alimentación de esta ciudad, estos vendedores adquieren sus productos en Hunts Point, el mercado central de abastos de Nueva York, un centro logístico mayorista ubicado en el sur del Bronx.

Los gastos de operación del negocio más bajos que soportan estos vendedores ambulantes son una de las principales razones por las que están en disposición de ofrecer también unos precios finales más ajustados.

También, y por lo general, son negocios familiares de un solo propietario o más comúnmente formados por parentescos de hermanos, cónyuges o primos, por lo que los costes laborales son generalmente menores.

Pero además de los costes, se une el factor de que  estos puestos de frutas generalmente adquieren del mayorista productos en un estado de maduración más avanzado que el que preferirían los establecimientos de comestibles y supermercados a pie de calle.

Para estos distribuidores mayoristas, esto es una oportunidad para dar salida a esa mercancía antes de que se eche a perder, por lo que bajan los precios de  la fruta más madura pero que todavía se encuentra en perfectas condiciones para su venta y consumo inmediato.

Si somos el tipo de persona que compra habitualmente productos hortofrutícolas frescos para ser consumidos de inmediato, el ahorro puede ser más que  evidente a la hora obtener un producto maduro y en la plenitud de su sabor.

Licencias y permisos

Para ejercer la venta en las calles de Nueva York, es necesario contar con una licencia de vendedor general para la venta de mercancías o una licencia específica de venta ambulante de alimentos para poder servir  estos últimos.

Las licencias de vendedor general están limitadas por ley al número de 853 permisos para solicitantes, excepto si estos se tratasen de veteranos de las fuerzas armadas, que cuentan con un cupo especial. 

Debido a que la demanda es muy superior a la cantidad de permisos establecidos, existe de hecho una lista de espera que ha permanecido cerrada durante más de una década.

Estas licencias se clasifican en dos tipos en función del área de la ciudad donde pueden operar: por un lado, una licencia válida para la venta para toda la ciudad (licencia amarilla) y licencia de venta en el llamado Midtown Core Zone, el núcleo central del Midtown de Manhattan (la licencia azul).

Por otra parte, no es necesaria licencia alguna para vender determinados productos que no sean de tipo alimentario.

Con una identificación fiscal válida, se pueden vender de forma legal en las calles libros, revistas, periódicos o artículos de arte sin ningún tipo de licencia o permiso. 

COVID-19

En medio de la pandemia del Covid-19 que redibujaría por completo el paisaje urbano de Nueva York, estos comerciantes mantuvieron el compromiso con sus comunidades y perseveraron en mantener sus negocios abiertos a pesar de la dramática reducción en sus ventas, independientemente del grave riesgo de contagio durante los difíciles meses de la primavera de 2020. 

Estos vendedores ambulantes son también habitualmente parte de una de los sectores de población económicamente más vulnerables de Nueva York, ya que como muchos otros servicios esenciales no podían trabajar de forma remota y, a menudo, no cumplían con los requisitos administrativos necesarios para obtener las ayudas que los diferente estamentos del  gobierno estatal y federal proporcionaron a la población afectada por el semi-cierre de la economía.

En los meses posteriores, tras la paulatina vuelta a la normalidad, gran parte del debate sobre la reapertura en Nueva York se centró principalmente en el sector de los restaurantes y bares, dejando poco lugar para que los vendedores ambulantes recibieran el mismo tipo de apoyo por parte del gobierno municipal.

Si bien el sector de la restauración, por su magnitud  es vital para la economía de Nueva York y emplea a un gran número de trabajadores, no sería justo pasar por alto al sector de la venta ambulante.

Sobra recalcar de nuevo que estos puestos de productos agrícolas desempeñaron y desempeñan un papel vital a la hora de llevar productos frescos a los vecindarios que tienen poco acceso a ellos y apoyan, como quedó demostrado en 2020, a sus comunidades en los momentos más sombríos.

Conflictos y disputas

En ocasiones, como en todo sector económico que comparte un espacio físico limitado como son las calles más rentables en cuanto a tránsito y ventas,  se producen inevitablemente conflictos de intereses entre los distintos vendedores

Si bien algunos vendedores ambulantes llevan trabajando en una misma esquina desde hace décadas, cualquier reclamación de algún derecho sobre la franja de acera sobre la que uno trabaja es en realidad nada más que un acuerdo tácito entre comerciantes y en ningún caso  un derecho formal o legalmente adquirido.

En las manzanas que por regulación se encuentran abiertas a la venta ambulante, las restricciones oficiales se limitan básicamente al tamaño de la mesa, el no bloquear el tráfico peatonal de la calle o no encontrarse demasiado cerca de la entrada de un edificio o una boca de incendios, lo cual dificultaría una potencial intervención del Departamento de bomberos en caso de necesidad.

No  existe prohibición o norma  para establecerse tan cerca de otro puesto como se quiera, incluso ocupando  su lugar, aunque tales conflictos son relativamente raros y existe una cierta regulación interna del gremio basada en el mutuo entendimiento.

Según ellos “No hay leyes que protejan eso, pero es un mecanismo de autorregulación que ha existido a lo largo de décadas y décadas”.

Sin embargo, cuando este código propio se trastoca y alguien no se atiene a él, puede ser complicado y las fricciones aparecen entre los distintos vendedores.

Para el público, estos conflictos, a menudo sólo  raramente visibles, únicamente sus síntomas pueden ser detectados, como en algún caso de disputas entre vendedores en el Midtown, donde éstas provocan una acentuada competencia en los precios a la baja entre vendedores para atraer al tan anhelado cliente.

Y no solo los precios son el reclamo en la búsqueda de las ventas. Otros, en un esfuerzo por seguir siendo competitivos,  buscan la diferenciación, convirtiendo sus carros en puestos de frutas boutique en busca de un cierto aire de exclusividad, aplicando básicas técnicas de marketing callejero. 

A diferencia de los competidores, que generalmente guardan su fruta en las cajas originales, estos emprendedores que buscan la diferenciación exhiben sus productos en cestas de vivos tonos y colores, y sobre todo, buscando la especialización en la variedades de frutas y hortalizas que  tienen mayor acogida dentro de las comunidades donde sirven, comunidades que a menudo tienen un marcado carácter en cuanto a origen geográfico de sus habitantes.

Quizás cuando normalmente compramos en los habituales supermercados a pie de calle como Trader Joe´s, Wholefoods, Key Food o muchas de las demás cadenas locales, si nos detuviéramos por un momento en el puesto de frutas cercano, descubriríamos que quien regenta este negocio, realmente tiene un buen ojo para seleccionar para nosotros el mango perfecto para que un bocado de esta deliciosa y jugosa fruta nos transporte a un paraíso tropical muy alejado de las ahora gélidas calles de Manhattan. 

Sin largas filas, cajas registradoras y con el cercano asesoramiento de un profesional que conoce su mercancía y nos ayudará a seleccionar el mejor producto de temporada, además de con un precio probablemente menor, apoyaremos a un sector que da vitalidad y sirve a muchas calles y barrios de la ciudad. 

Algunos, incluso ya han aceptado el reto de la modernización y aceptan los diferentes medios de pago electrónico mediante nuestros teléfonos móviles, haciendo la experiencia de compra todavía más dinámica.

Apoyar estos puestos puede ser un hábito tan simple como comprar un melocotón para tomar durante nuestro paseo diario o tan elaborado como preparar un completo picnic para disfrutar de un soleado día de verano en el parque, aderezado con una variedad de nuestras frutas favoritas.

Billion Oyster Project

Hace un tiempo hablábamos en el podcast sobre el Billion Oyster Project, la iniciativa destinada a repoblar el New York Harbor con las ostras que un día colmaban estas aguas como estrategia para mejorar su calidad medioambiental.

Pensar que este área era posiblemente la zona con una mayor densidad en cuanto a población de estos moluscos es algo que no deja indiferente.

¡Vuelve el NYC Marathon!

Se aproxima ya el primer domingo de Noviembre y con la misma puntualidad llega el NYC Marathon, que este año convocara de nuevo, y tras dos ediciones con participación reducida, a 50.000 corredores que recorrerán parte se los 5 boroughs de Nueva York

En nuestro podcast no hemos dejado pasar la oportunidad de relatar tanto la historia como el ambiente que gira alrededor de esta emblemática prueba atlética donde la ciudad se vuelca con los corredores.

Podcast: En directo desde el NYC Marathon 2017
Podcast: Espectador del NYC Marathon 2014

La serie Puentes de Nueva York

Hace ya más de ocho años, cuando este podcast inició su andadura, comenzamos una serie de podcast dedicados a los puentes que unen los diferentes boroughs de Nueva York, tanto entre si, como con su estado vecino.

En un área geográfica dominado por islas, la unión entre éstas mediante puentes -y también túneles- no deja de ser determinante en la vida de todos los habitantes de la región.

Todavía nos quedan interesantes historia por contar sobre otros puentes de la zona que todavía no han hecho su aparición en la lista de episodios del podcast, por lo que te recomendamos que no dejes de suscribirte a nuestro feed para no perderte ningúno.

De momento, nos permitimos traer de nuevo esos podcast dedicados a los puentes de Nueva York.

Entre el «midtown» de Manhattan y Long Island City, ya en Queens, contamos la historia del Queensboro Bridge, fundamental para el desarrollo de este borough como una alternativa de vida más distendida para los neoyorkinos de principios del siglo XX.

Podcast: Queensboro Bridge

Entre Williamsburg (Brooklyn) y el Lower East Side de Manhattan, encontramos el también llamado Puente de Williamsburg.

Podcast: Williamsburg Bridge

Entre Harlem y New Jersey, cruzando sobre el río Hudson, nos encontramos el George Washington Bridge.

Podcast: George Washington Bridge

Y en esta serie no podía faltar el más famoso de todos ellos: el Puente de Brooklyn

Podcast: Brooklyn Bridge

Podcast: Brooklyn Bridge o la saga familiar que unió a dos ciudades

Brooklyn y Nueva York ciudades separadas antes de la consolidación de 1898

Los cinco boroughs de Nueva York en la actualidad son el hogar de alrededor de 8,8 millones de personas, lo que la convierte en la ciudad más poblada de los Estados Unidos. 

Sin embargo, cuando los exploradores holandeses fundaron aquí su colonia de Nueva Ámsterdam, en la década de 1620, solo vivían en ella alrededor de unas 270 personas, hasta posteriormente alcanzar los 2.500 habitantes que llegaron a vivir durante los momentos mayor de apogeo de la colonia holandesa.

En esta época de Nueva Ámsterdam, estos mismos holandeses también llegarían a colonizar la otra margen del East River en el área de Brooklyn. 

La zona fuera de la entonces llamada Nueva Amsterdam, era una una agrupación de aldeas y pueblos que rodeaban el puerto, bordeando las costas del East River, aprovechando el floreciente comercio de pieles, madera y otros bienes que el Nuevo Mundo tenía que ofrecer a los llegados desde el otro lado del océano y más concretamente los Países Bajos.

Recreación del plano de la colonia de New Amsterdam

Posteriormente los ingleses arrebatan a los neerlandeses su colonia de Nueva Holanda en 1664, compuesta por villas y poblaciones en la zona como Nieuw Amsterdam, es decir básicamente Manhattan, la más grande de todas ellas, y otras como Breuckelen, Maspeth, Vlissingen, Gravesend, New Amersfoort, Midwout, o Nieuw Utrecht, poblaciones que prosperaban y comerciaban activamente entre sí.

Tras este cambio en el control político de estos territorios, Inglaterra cambiaría el nombre de las poblaciones constituyentes de la colonia a Nueva York y anglicaniza muchos de los nombres de las ciudades inundándolas con multitudes de colonos ingleses. 

Los holandeses reconquistarán brevemente el puerto en 1673, pero lo devuelven a Inglaterra al año siguiente a cambio de Run Island, un eslabón muy codiciado en su cadena comercial mundial de la nuez moscada.

En la década de 1680, Inglaterra organiza su colonia en una serie de condados: la isla de Manhattan se convertía en el condado de Nueva York; las seis ciudades del extremo occidental de Yorkshire o lo que hoy es Brooklyn, ya en Long island, se convertían en el condado de Kings mientras que el resto de Yorkshire se convertiría en el condado de Queens.

Staten Island sería nombrada el condado de Richmond, y el punto más al sur del continente americano no insular se convierte en el condado de Westchester, hoy separado de Nueva York.

Posteriormente, en el siglo XVIII, estas poblaciones de Nueva York jugarían un papel determinante en la Revolución Americana, siendo la Batalla de Long Island el 27 de agosto de 1776 el primer gran choque directo de la guerra, así como la primera vez que un Ejército regular de los Estados Unidos participa en una batalla. 

Nueva York emerge de este conflicto y tras la independencia del Reino Unido como una ciudad próspera y es nombrada primera capital de la incipiente nación, título que ostentaría entre 1785 y 1790. 

Es aquí donde George Washington prestaría su juramento como primer presidente, donde se redacta la Declaración de Derechos y donde se reúne por primera vez la Corte Suprema. 

La región se estaba convirtiendo rápidamente en el centro de la vida cultural y política del país.

A su vez, y ya en 1816, Brooklyn (anteriormente denominada por los holandeses como Breuckelen) se constituye como ciudad propia tras aglutinar a diversas poblaciones y villas de la zona y quedará conectada con Nueva York por vía acuática únicamente a través del Ferry de Fulton sobre el East River.

El barrio de Brooklyn Heights, que en los años 50 del siglo XX fue el primer distrito histórico declarado en Nueva York,  se desarrolla como el primer suburbio de la nación y sus residentes se convirtieron así en los primeros ¨commuters” del mundo con sus desplazamientos diarios atravesando el East River para acudir a sus ocupaciones laborales al otro lado, en la económicamente preponderante Manhattan.

Propuestas de un puente sobre el East River

Llegado un punto, dos líneas de ferry la única forma de conexión entre estas dos ciudades, las voces e iniciativas encaminadas a facilitar estas comunicaciones personales y de mercancías no tardaron en surgir en la opinión pública.

Diversos  ingenieros presentarían varios diseños, tales como los puentes de cadenas o de eslabones, aunque estos nunca pasaron de ser meras propuestas debido a las dificultades de construir un tramo fijo lo suficientemente alto a través del East River, una vía marítima extremadamente transitada.

También habría ambiciosas propuestas para túneles, pero en esos momentos se consideraron prohibitivamente caras o técnicamente inviables.

Según el libro The Great Bridge, de David McCullough, la primera propuesta seria y documentada para un puente se registraría en Brooklyn en el año 1800.

El carpintero y paisajista Thomas Pope propondrá una combinación de puente en voladizo y colgante, y efectivamente, su idea se mantendría viva. durante alrededor de 60 años, pero finalmente se concluye que un puente de estas características, hecho completamente de madera, no demostraba ser estructuralmente viable para salvar la distancia necesaria sobre el East River.

El principal desafío sería que el East River, es una vía marítima turbulenta sujeta a las mareas y repleta de barcos, cualquier puente planteado necesitaría salvar los mástiles de los barcos y además la luz a salvar impedía plantear mecanismos para la opción un posible puente levadizo.

John A. Roebling

Mientras tanto, al otro lado del océano, en la entonces Prusia, el 12 de junio de 1806  nace John Augustus Roebling.

El joven Roebling, después de asistir a clases en la academia de construcción de Berlín durante dos semestres, trabajará para el gobierno de Prusia durante tres años, al final de los cuales, y a la edad de 25 años decide emigrar a los EE. UU. 

A su llegada, se instala con su hermano mayor, Carl y otros compatriotas originarios de su ciudad natal de Mühlhausen, en una pequeña colonia que más tarde se conocería como Saxonburg, cerca de Pittsburgh, en las colinas del oeste de Pensilvania.

Allí se casará con Johanna Herting, hija de otro emigrante también proveniente de Mühlhausen y juntos tendrán hasta nueve hijos. 

John A. Roebling

Peor cuando su hermano Carl muere inesperadamente poco tiempo después, John abandonará la colonia de Saxonburg y se traslada a la capital del estado de Pennsylvania, Harrisburg, para allí buscar empleo como topógrafo.

No tarda en conseguirlo y durante sus trabajos topográficos, Roebling estudiará el llamado Ferrocarril Portage, de propiedad estatal, donde una combinación de vías niveladas con pendientes conectaba los dos sistemas de canales principales de la mancomunidad de Pensilvania a través de las cadenas montañosas de Allegheny. 

Como conclusión de sus estudios y observaciones, sugiere a los gestores del tren que la vida útil de las cuerdas de cáñamo en estas pendientes podría mejorarse si éstas estuvieran hechas de cable metálico y de hierro forjado. 

Como consecuencia, desarrolla su propio método para trenzar y tejer cables metálicos, método que a la postre resultó ser tan duradero como él había predicho. 

La demanda de dichos cables trenzados pronto se hizo tan grande que Roebling establece una factoría para su fabricación en Trenton, New Jersey. 

Este sería el comienzo de un complejo industrial que finalmente fue capaz de producir de todo, desde tela metálica hasta enormes cables para puentes colgantes de hasta 36 pulgadas, (unos 91 cm) de diámetro. 

Estas industrias seguirían siendo un negocio familiar hasta 1952, llevado a cabo por tres generaciones consecutivas de Roeblings.

Además, el éxito obtenido por el negocio le concederá la libertad para crear  muchas propuestas para puentes colgantes e incluso acueductos. 

Roebling presentará en esos años docenas de diseños y llegando a completar hasta 12 estructuras en el período comprendido entre 1844 y 1869, incluidos los puentes colgantes de Pittsburgh u otro en las propias Cataratas del Niágara, puente que sería posteriormente desmantelado en 1897 para adaptarse a los tiempos y los nuevos pesos de trenes y locomotoras.

Su hijo primogénito, Washington, ingeniero civil de formación, se unirá a él en su actividad profesional en 1858, y juntos construyen otro puente colgante en Pittsburgh así como otro sobre el río Ohio entre Cincinnati  y Covington, en Kentucky, con un tramo principal de 1051 pies (320 metros).

Este puente se considera el verdadero predecesor y campo de pruebas que sirvió a Roebling para concebir el Puente de Brooklyn.

Aprobación para la construcción de un puente entre Nueva York y Brooklyn en febrero de 1867. El puente en suspensión más largo designado hasta la fecha.

Fruto de la ya acuciante necesidad de unir la Nueva York de entonces con Brooklyn y el resto de Long Island, en febrero de 1867, el Senado del Estado de Nueva York aprueba un proyecto de ley que permitía la asignación de fondos para la construcción de un puente colgante entre la ciudad de Brooklyn y Manhattan.

El diseño propuesto por Roebling con una luz de 486 metros (1,595 pies) es aceptado ese mismo año y fue así nombrado ingeniero jefe del proyecto.

Dos meses después, se funda legalmente la New York and Brooklyn Bridge Company con su correspondiente junta directiva.

El acto de incorporación, que se convirtió en ley el 16 de abril de 1867, autorizaba a las ciudades de Nueva York y Brooklyn a suscribir $5 millones de dólares en acciones de capital, que buscarían  financiar la construcción de este puente.

Esta junta directiva contaba con hasta veinte fideicomisarios en total: ocho designados por cada uno de los dos alcaldes, así como los propios alcaldes de las dos ciudades, un auditor y un controlador.

No mucho después, el proyecto pasó a denominarse simplemente «Puente de Brooklyn», un nombre que se originaría en una carta al editor del 25 de enero de 1867 enviada al Brooklyn Daily Eagle, un influyente medio impreso de la época.

Un hecho trágico e inesperado. Accidente y muerte de John A.Roebling

Para disipar las preocupaciones entre la ciudadanía y potenciales inversores sobre el audaz diseño del puente, el propio Roebling organiza una llamada «fiesta del puente» en marzo de 1869, donde invita a ingenieros y miembros del Congreso de los EE. UU. a visitar algunos de sus otros diseños. 

Después de este acto de promoción, en abril, Roebling y varios ingenieros realizarán los estudios y cálculos finales para el nuevo proyecto.

Pero en junio de 1869, mientras Roebling realiza estos estudios, sufre fortuitamente una lesión por aplastamiento cuando un transbordador en el que viajaba le aprisiona un pie contra un pilote del muelle al desembarcar.

Después de la inevitable amputación de los dedos del pie aplastados, Roebling desarrolla una infección por tétano que le dejará totalmente incapacitado y que finalmente desembocará en su fallecimiento solo un mes despues del incidente.

Washington  Roebling

Después de graduarse del Instituto Politécnico en Troy, N.Y. 1857 y unirse a su padre en el trabajo de construcción de puentes colgantes en 1858, Washington Roebling intervendrá en la Guerra Civil Americana sirviendo en el Ejército de la Unión, y ascendiendo hasta el rango de coronel al final de dicha guerra, después de la cual regresa al negocio familiar de construcción. 

Washington Roebling

Con anterioridad al proyecto en Nueva York que hoy protagoniza nuestro relato, su padre ya le había puesto al cargo de la construcción de las enormes torres de mampostería que sostenían los cables del puente Cincinnati-Covington sobre el río Ohio, entre 1865 y 1867.

A la muerte de su padre en 1869, se le pide que desempeñe en sustitución de éste, el cargo de ingeniero jefe del proyecto y así, inmediatamente comienza a trabajar en el diseño de estas colosales cimentaciones encaminadas a ser el soporte del puente.

El diseño final del Puente de Brooklyn sería el de de un puente colgante de cables de acero, que emplearía sin embargo un diseño híbrido de puente colgante y atirantado, con cables de suspensión tanto verticales como tirantes diagonales.

El puente cuenta con cuatro cables principales, que descienden desde la parte superior de las dos torres y sostienen los tableros con ayuda de estos tirantes que parten desde él. 

Dos de estos grandes cables principales se encuentran ubicados en el exterior de las calzadas del puente, mientras que otros dos se hallan situados en la mediana de las dos calzadas. 

Cada cable principal mide 40 cm de diámetro y contiene hasta 5282 alambres de acero galvanizado paralelos agrupados de forma cilíndrica.

Estos alambres están agrupados en 19 haces, con 278 cables por haz. Este sería el primer uso de este tipo de agrupamiento de cables en un puente colgante.

Tendido de los cables durante su construcción

Las dos torres de granito del puente se diseñarán en estilo neogótico, con sus característicos arcos apuntados.

En cada extremo del puente encontramos los anclajes para los cuatro grandes cables principales. Estos anclajes son masivas estructuras trapezoidales de piedra caliza que miden 39 metros de lado en su base y pesan más de 54.000 toneladas.

Para proporcionar la altura libre de 127 pies (38,7 m) por encima de la pleamar media que facilitase  el transporte marítimo en el East River, el puente de Brooklyn incorpora largos viaductos de acceso en cada extremo para elevarlo desde el nivel del suelo en ambas márgenes.

Incluyendo sus accesos, el Puente de Brooklyn cuenta con un total de 6,016 pies (1,834 m) de largo cuando se mide entre sus extremos en Park Row en Manhattan y Sands Street en Brooklyn.

Este sería el puente colgante más largo del mundo en el momento de su apertura, con una luz salvada en su  tramo principal, entre sus dos torres de 1595 pies (486 m).

En el momento de su diseño, Roebling y los demás ingenieros aún no habían descubierto la importancia de la aerodinámica en el diseño de puentes y estos no se probaban en túneles de viento. 

Esto, realmente, sería una muy afortunada coincidencia para el puente de Brooklyn, ya que la estructura de celosía abierta que soporta los tableros del puente está, por su naturaleza abierta, sujeta a menores problemas de carácter aerodinámico.

Construcción. Caissons o base de las torres 

Para acometer la ingente tarea de construir las bases de las torres del puente, se adoptó la técnica de hundir dos grandes cajones o caissons, fabricados de madera ensamblada en astilleros navales, sellados herméticamente y recubiertos de chapa a modo de campana sobre el lecho del fondo y que permitirían a los trabajadores, una vez presurizados, ejecutar las tareas de excavación sumergida sobre ese lecho con el fin de alcanzar el sustrato rocoso.

Pero este método de construcción tampoco estaba exento de otros peligros.

Toda la construcción exigió un trabajo intenso por parte de los obreros. Fueron muchos los inmigrantes, que ganaban a razón de $2 al día, los que trabajaron en excavar y retirar los lodos y arenas del lecho del East River.

En los cajones sumergidos y presurizados, los incendios, las explosiones y la embolia gaseosa se llegaron a cobrar la vida de hasta 20 hombres. 

Particularmente, esta embolia gaseosa o síndrome de descompresión, que se produce cuando el cuerpo humano sufre una fuerte bajada de la presión atmosférica, tuvo una especial relevancia en la construcción del Puente de Brooklyn.

Hoy esta patología es bien conocida y se sabe cómo evitarla o remediarla, pero cuando se realizaban los trabajos de excavación en las bases del puente, sólo se sabía que cuando los trabajadores salían a la superficie , enfermaban y muchos de ellos morían.

Los cajones se hundirían hasta posarlos sobre el lecho del río con la intención de que, a medida que se extraía el terreno en la base, que en los primeros metros estaba formado por lodos propios de la dinámica fluvial, finalmente llegarían al lecho rocoso, momento en el cual se rellenarían de hormigón a modo de gran pila de cimentación.

Caisson

En la excavación correspondiente al cajón en el lado de Brooklyn, se alcanzaría el lecho de roca después de unos 44 pies de excavación desde el nivel inicial, momento en el cual éste se comenzaría a rellenar con hormigón.

La colocación del cajón del lado de Manhattan sería mucho más difícil y peligrosa.

El plan original era excavar hasta los 106 pies estimados para alcanzar el lecho de roca, pero a medida que profundizaban más y los peligros en la construcción se hacían más evidentes, en su posición de ingeniero jefe, Washington Roebling tomó probablemente la decisión más arriesgada de toda la construcción y probablemente su vida profesional.

Al tomar muestras del suelo en esta área, descubriría que ese estrato del subsuelo no se había movido en millones de años, por lo que se decidió que era lo suficientemente estable como para sostener el puente sin tener que llegar hasta el lecho de roca. 

Hasta el día de hoy, sabemos que una torre del Puente de Brooklyn descansa sobre un lecho de roca, mientras que en el lado de Manhattan, otra descansa sobre un estrato arenoso.

Durante el proceso de construcción, el propio ingeniero, Washigton Roebling, que descendía periódicamente a la base de los cajones presurizados de cimentación para hacer seguimiento del progreso de los trabajos,  sufriría la misma embolia gaseosa que muchos trabajadores sufrían..

Incapaz de continuar supervisando los trabajos de construcción en persona por las secuelas de la embolia padecida, Washington Roebling se ve obligado a retirarse y limitarse a tener a la vista el puente desde la ventana de su casa en el cercano Brooklyn Heights para seguir a distancia el progreso de los trabajos de construcción.

Washington Roebling confiaría entonces en su esposa, Emily Warren Roebling para que fuera sus ojos, sus oídos y su voz en lo que restaba de construcción del Puente de Brooklyn.

Emily Warren Roebling

Emily Warren, nace el 23 de septiembre de 1843 en el pueblo de Cold Spring, una apacible villa a orillas del Hudson, en Nueva York siendo la segunda más joven de un total de doce hijos.

El temprano interés de Emily en adquirir una educación tecnológica fue decididamente apoyado por su hermano mayor, el mayor general Gouverneur K. Warren y es así como asistirá a la escuela Georgetown Visitation Academy en Washington DC.

En 1864, durante la Guerra Civil, Emily visita a su hermano Gouverneur en su cuartel general donde éste se encontraba al mando del Quinto Cuerpo del Ejército de la Unión.

Cuentan las crónicas que en un baile de soldados al que asistió durante dicha visita, conoce a Washington Roebling, ingeniero civil, y que formaba parte del personal de su hermano mayor.

El 18 de enero de 1865, Emily y Washington Roebling contraen matrimonio en su Cold Spring natal, en una ceremonia de boda dual con otro de sus hermanos.

Emily Warren Roebling

Mientras el padre, John A. Roebling comenzaba en 1867 sus trabajos preliminares para el Puente de Brooklyn y antes del desgraciado accidente que le conduciría a su fatal desenlace,  la pareja viaja juntos a Europa para Washington estudiar el uso de cajones presurizados empleados para construir las bases en los puentes. 

Durante esta estancia en Europa, en noviembre de 1867, Emily daría a luz en Alemania al único hijo de la pareja, John A. Roebling II

En su periodo de formación académica, Emily Roebling había estudiado matemáticas superiores  y además desarrollaría un amplio conocimiento en el campo de la resistencia de los materiales, el análisis de tensiones, la construcción de cables y el cálculo de curvas de catenaria a través de las enseñanzas y colaboración con el propio Washington.

Durante la década posterior a que su marido fuera confinado a su lecho de enfermo debido a la embolia sufrida en los cajones presurizados, Emily se haría cargo de gran parte de las funciones de ingeniero jefe, incluida la supervisión diaria de las obras y la gestión del proyecto. 

Emily Warren Roebling trataría con los políticos, ingenieros colaboradores y de la competencia y todos aquellos contratistas relacionados con el trabajo en el puente, hasta el punto en que la opinión pública acabaría creyendo que era  ella realmente quien  estaba detrás del diseño del puente.

Las torres

En 1873, concluidos los trabajos de cimentación, se inicia la construcción de lo primero que sería visible a simple vista para el público de Nueva York y Brooklyn: las dos torres.

La construcción de estas dos torres neogóticas en granito y 276 pies de altura tenía una importancia fundamental y gran repercusión psicológica para la marcha del proyecto.

En primer lugar, estas eran más altas que cualquier otro edificio de la ciudad en ese momento, a excepción de la parte superior de la Trinity Church. 

En segundo lugar, las torres serían el soporte de los cables que se iban a tender posteriormente, así como las celosías metálicas y tableros del puente.

Los cables

Sin embargo, en el momento de tender estos cables, grandes dudas comenzaron a plantear sobre la marcha del proyecto. 

Siempre habían existido escépticos respecto al proyecto, pero cuando el llamado William ‘Boss’ Tweed, un político corrupto, fue condenado por robar entre $40 y $200 millones de dólares de los contribuyentes del estado de Nueva York, la opinión pública comenzó a mirar hacia todas las obras públicas, y en particular la construcción del Puente de Brooklyn, con mucho más escrutinio.

Para izar estos 4 cables de suspensión principales, se tenderían los cables, hebra por hebra, mediante una cuerda provisional viajera entre las torres y los anclajes.

Pero mientras estos cables se tendían, surgió otro inesperado e importante contratiempo.

Se descubrió que la compañía que era la responsable de suministrar el alambre de los cables, había proporcionado materiales de inferior calidad y resistencia a la prescrita por los ingenieros del proyecto para así reducir sus costes y aumentar su margen de beneficio.

Ante este crítico revés, era prácticamente imposible en ese momento rehacer el tendido de los cables, por lo que el problema se mantuvo lo más sigilosamente posible y en una medida de subsanación, no exenta de riesgos, se agregaron 150 cables adicionales a cada haz para reforzarlos. 

El propietario de la empresa suministradora de cables, finalmente sería juzgado y  encarcelado.

La gota que colmaba el vaso casi al final de la construcción se produjo cuando una vez completados estos cables y se empezaron a instalar las celosías y tableros del puente.

Debido a los retrasos extremos de las empresas que proporcionaban los materiales, el público comenzó a impacientarse severamente. 

Así en 1882, el título de ingeniero jefe de Washington Roebling se encontraba seriamente en peligro debido a su prolongada enfermedad y los rumores indicaban que sería destituido.

Esto, junto con el hecho de que Washington Roebling no había puesto un pie en el puente en casi 10 años debido a su discapacidad, lo convirtió en un chivo expiatorio bastante conveniente.

A pesar del hecho de que los equipos ingenieros del puente testificaron sobre la importancia de Washington Roebling para la finalización del proyecto, suficientes accionistas se reunieron para votar sobre su destitución. 

Después de una votación muy reñida, estos accionistas fueron derrotados por un estrecho margen de votos para gran alivio de los Roebling, y las autoridades respondieron positivamente permitiendo que Washington Roebling mantuviera su cargo de ingeniero jefe del Puente de Brooklyn en ese momento, en tándem con su esposa Emily que había sido en los últimos tiempos la ejecutiva principal en el proyecto.

La inauguración

El Puente de Brooklyn se completaría en 1883, con una gran celebración. 

La construcción se  habia extendido durante 14 años y el coste final ascendió a $15 millones de dólares, más de $320 millones en términos actuales.

Emily Roebling se convertiría en la primera persona en cruzar el puente, finalizado el 24 de Mayo de 1883, viajando en un carruaje abierto y llevando con ella un gallo, símbolo de la victoria de la saga familiar de los Roebling-Warren, de la que ella se había convertido en su representante final.

La visión del puente terminado eliminó la mayor parte de las críticas por las demoras en los plazos de construcción y los sobrecostes en el presupuesto y así, ese día, todos los negocios de la ciudad cerrarían su puertas para celebrar el gran día de su inauguración.

El presidente de la nación, Chester A. Arthur asistiría también a la ceremonia y cruzó el puente con el alcalde de Nueva York, Franklin Edson, para reunirse sobre él con el alcalde de Brooklyn, Seth Low. 

En la celebración de la inauguración se utilizaron, en un dispendio sin precedente, hasta 14 toneladas de fuegos artificiales.

Tras las autoridades, en el día de su inauguración cruzarían por el puente un total de 1.800 vehículos y 150.000 personas. 

Pero la semana inaugural de esta nueva maravilla de la ingeniería moderna tampoco estuvo exenta de polémica, ya que solo unos días después, un infundado rumor de que el puente se iba a derrumbar se extendió entre los usuarios y provocaría una estampida que mataría a 12 personas. 

Poco después, y también como maniobra publicitaria para dar a conocer su famoso circo, el empresario P.T. Barnum conduciría a 21 elefantes a través del puente y disiparía así en la opinión pública cualquier atisbo de duda sobre su cuestionada estabilidad estructural.

Los temerarios y suicidas

La apertura de esta estructura y sus imponentes dimensiones en cuanto a altura sobre el estrecho marítimo a salvar, no pasó desapercibida para los amantes del riesgo y los buscadores de la atención popular.

Tanto en sus primeros años en servicio, como a lo largo de su historia ha habido múltiples saltadores notables desde el puente de Brooklyn. 

La primera persona en probar la hazaña sería Robert Emmet Odlum, hermano de la activista por los derechos de las mujeres Charlotte Odlum Smith, el 19 de mayo de 1885. 

Tras saltar, impactaba contra la superficie del East River y fallecería poco después a causa de las lesiones internas provocadas.

Sin embargo, la primera persona en saltar del puente con la declarada intención de cometer suicidio fue Francis McCarey en 1892.

Otro de los primeros saltadores, menos conocido fue un tal James Duffy, originario del condado de Cavan, en Irlanda, quien el 15 de abril de 1895 pidió a varios hombres ser sus testigos para verlo saltar. Duffy ejecutó su salto y no se volvió a saber de él.

Desde entonces, el puente de Brooklyn se ha ganado una cierta macabra reputación de puente suicida debido a la cantidad de saltadores que lo habrían hecho con esas dramáticas intenciones aunque es difícil encontrar estadísticas fiables sobre este aspecto de su historia.

Otras hazañas notables que han tenido lugar en, o cerca del puente son otras como en 1919, cuando Giorgio Pessi pilotando el que entonces era uno de los aviones más grandes del mundo, el Caproni Ca.5, pasó volando con él por debajo del puente.

Más adelante en el tiempo, en 1993, el saltador de puentes Thierry Devaux realiza ilegalmente ocho saltos acrobáticos en goma elástica sobre el East River cerca de la torre de la margen de Brooklyn. 

Evidentemente, eran épocas donde el control sobre la seguridad sobre los transeúntes del puente era practicado de una manera mucho más laxa que en nuestros días….

La oposición al puente

En el plano legal y de los intereses económicos afectados por la apertura de este paso entre dos ciudades, tampoco faltaron desafíos para la consecución de esta empresa.

A pesar de que podemos suponer que un proyecto como este, con un impacto en la vida y la economía de las dos ciudades que conectaba sería aclamado sin contestación alguna, hubo una oposición sustancial a la construcción del puente por parte de constructores navales y comerciantes ubicados al norte, quienes argumentaban que el puente no proporcionaría suficiente altura libre bajo el mismo para el paso de los barcos.

En mayo de 1876, estos grupos presentarían una demanda en el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York contra las ciudades de Nueva York y Brooklyn.

También en 1879, un Subcomité de Comercio y Navegación de la Asamblea del Estado inició también una comisión de investigación sobre el proyecto del Puente de Brooklyn. 

Como parte de esa comisión, un marinero que había sido contratado para determinar  la altura idónea del tramo central, testificaba ante este comité sobre las dificultades que experimentarían los capitanes de barco para llevar sus barcos debajo del puente cuando éste estuviera terminado. 

Otro testigo, Edward Wellman Serrell, ingeniero civil, llegó incluso a declarar y afirmar que los cálculos de la supuesta resistencia del puente eran incorrectos.

Pero finalmente, para zanjar la cuestión de una vez por todas,  la Corte Suprema de Nueva York dictaría en 1883, y con el puente ya construido, que el Puente de Brooklyn era una estructura completamente legal.

Las cavas dentro de los anclajes del puente

Como parte de los medios destinados a la financiación del proyecto y su mantenimiento, la ciudad de Nueva York alquilaría los grandes espacios interiores abovedados  situados en el interior de las grandes bases de anclaje de los cables en la margen Manhattan.

Este espacio servía como gran almacén para reservas de vino y champán, que se mantenian en él a temperaturas estables durante todo el año. 

Esta peculiar cava se conocía como la «Gruta Azul», estaba cubierta por hermosos frescos que representaban en sus techos y paredes viñedos en Alemania, Italia, España y Francia. 

Las antiguas cavas abandonadas

Desgraciadamente. estos espacios se terminaron dejando de usar y acabaron siendo clausurados en la década de 1930, pero una inspeccion técnica realizada en 1978 revelaba una inscripción descolorida que rezaba asi: «Quien no ama el vino, las mujeres y las canciones, sigue siendo un tonto toda su vida».

El refugio atómico

En la misma línea, y aprovechando las masivas dimensiones de estas bases de anclaje, en una de ellas se llegó a habilitar durante la guerra fría un refugio atómico, o fallout shelter, bajo el embarque principal del puente en el lado de Manhattan, un tema del que también hemos hablado en ediciones pasadas de este podcast.

Estas cámaras destinadas a refugiarse ante los efectos de una detonación nuclear se encontraban repletas de variados suministros, incluidos medicamentos, reservas de agua, mantas y hasta 350.000 galletas saladas.

Este refugio caería también en el olvido colectivo y la cámara olvidada no se redescubrió hasta 2006, cuando personal de la ciudad realizaba tareas de inspección estructural rutinarias y así hallaron en ellas pilas de cajas de cartón con suministros fechados en dos años muy relevantes en la historia de la Guerra Fría: 1957, cuando los soviéticos lanzaban el satélite Sputnik, y 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba.

Llegada a la consolidación

Al completarse, el puente de Brooklyn unía a dos ciudades que ya antes habían establecido fuertes vínculos comerciales y sociales y así desde 1873, ya se había comenzado a hablar seriamente de una Gran Ciudad de Nueva York. 

Los principales ciudadanos y políticos de Nueva York y Brooklyn comenzaron a barajar la idea de unir las dos ciudades. 

La apertura del puente de Brooklyn en 1883 no haría más que dar alas a la idea. 

Los esfuerzos de consolidación de la ciudad serían dirigidos por Andrew Haswell Green, presidente de la Comisión del Gran Nueva York.

Como contralor de la ciudad, Green había sido responsable de trabajos como el de planificar el Museo Americano de Historia Natural y la Sociedad Zoológica de Nueva York, además de servir como presidente de la comisión de Central Park. 

Andrew Haswell Green

Según Green, Nueva York necesitaba consolidarse porque la naturaleza agrupaba en estrecha relación indisoluble, en la desembocadura de un gran río, a tres islas, Manhattan, Long Island y Staten Island.

Pero Green se tendría que enfrentar a la oposición en su lucha por consolidar a Nueva York en los cinco condados. 

Según muchos, los residentes de Brooklyn preferían su estilo de vida más relajado frente a la naturaleza más bulliciosa de Manhattan, y muchas personas creían que las áreas subdesarrolladas de la ciudad aumentarían su carga fiscal a medida que entrarán en vigor más proyectos industriales. 

Además, los políticos del norte del estado temían una “metrópolis” en el sur de éste que dominaría la vida política y económica del estado de Nueva York.

Incluso el Brooklyn Daily Eagle publicaría encendidos artículos en protesta por la consolidación, ya que arruinaría la homogeneidad del protestantismo de Nueva York, por temor al surgimiento de minorías étnicas y raciales.

Sin embargo, Green afirmaría que la separación de estas ciudades era bastante costosa, ya que las economías individuales de cada condado tendría dificultades para mantenerse al día con los esfuerzos de industrialización, y los ciudadanos, especialmente en Queens y Staten Island, sufrirían las restricciones impuestas por gobiernos más pequeños. 

Como resultado de la consolidación, los residentes pagarían impuestos más bajos y tasas de interés más bajas sobre sus hipotecas, así como contar con mejores oportunidades laborales y de uso de infraestructuras.

Después de muchos esfuerzos para convencer a la población de que votara «Por la consolidación» en los periódicos y diversas campañas publicitarias, y tras un referendum, el 1 de enero de 1898 se formaría la Ciudad del Gran Nueva York y se establecieron los cinco boroughs de Nueva York que hoy conocemos.

Cada distrito podía elegir a su propio presidente, o Borough President, y Robert Anderson Van Wyck se convirtió en el primer alcalde de Nueva York posterior a esta consolidación, ejerciendo el cargo entre 1898 y 1901.

Pero esto ya es una historia para otro podcast…

En 2018, el New York Times publicaba de manera conmemorativa un obituario tardío para Emily Warren Roebling, parte de una serie de obituarios dedicados a mujeres pero también a minorías cuyos logros y aportaciones a la ciudad se habían pasado por alto en el momento de su fallecimiento sin el merecido reconocimiento.

Además, cuando caminamos hoy sobre él, compartiendo con cientos o incluso miles viandantes  locales o visitantes, su ahora ya por completo dedicada a los peatones pasarela central, es inevitable encontrar y detenernos unos minutos a contemplar y leer una placa conmemorativa dedicada a la memoria de Emily Warren Roebling, su esposo Washington y su suegro John A. Roebling.

Placa conmemorativa que reconoce a Emily Warren Roebling su decisiva contribución

El puente, a lo largo de sus casi 140 años de vida útil ha servido de inspiración para muchas figuras de la cultura popular del último siglo y medio.

Sin ir más lejos, en una pequeña joya de la llamada generación Beat, Jack Kerouac lo incluía en 1956 en  su ”Brooklyn Bridge Blues”.

Ni siquiera el mismo Federico Garcia Lorca dentro de su obra  “Poeta en Nueva York” pudo escapar de la apabullante escenografía y energía desprendida por este puente en su poema Ciudad sin sueño o Nocturno del Brooklyn Bridge para describir el verdadero desasosiego que le producía una ciudad como Nueva York, capturado durante su estancia en esta ciudad entre los años 1929 y 1930.

Más recientemente, el dramaturgo Mark Violi escribiría en la pasada década de los 2000 el drama titulado Roebling: The Story of the Brooklyn Bridge, un drama teatral que relata las vicisitudes del clan Roebling en su accidentada empresa por completar el proyecto al que habían dedicado un buen tramo de sus vidas, algunos incluso pagando un alto precio por ello y que hoy hemos traído hasta el podcast.

De una forma muy descriptiva e incluso me atrevería a decir que acertada, el lema de esta obra teatral reza de la siguiente forma: «Roebling: Un drama sobre los hombres que construyeron el puente de Brooklyn y la mujer que lo completó».

Podcast: New York City gas hookups ban. En busca de un nuevo paradigma energético

Escucha aquí el podcast

En una votación celebrada  el 12 de Diciembre de 2021, el NYC Council, el pleno del consejo del ayuntamiento de Nueva York, aprobaba la prohibición del uso del gas natural como fuente de generación de agua caliente sanitaria, calefacción en cualquiera de sus modalidades o sistemas y suministro de gas para cocina en los edificios de nueva construcción a partir del año 2023, uniéndose así  a otras ciudades como las californianas San José y San Francisco que ya habían hecho compromisos similares con el fin último de reducir las emisiones de los edificios de los gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Alejarse del uso del gas natural significa que cocinas y demás sistemas de generación de calor para calefacción y agua caliente, habrán de funcionar íntegramente con electricidad a partir del vencimiento de los plazos y moratorias de implantación de esta ordenanza denominada como Local Law 2021/154

La nueva ordenanza, aprobada con 40 votos a favor y siete votos en contra, se aplicará inicialmente a los edificios de siete plantas o menos, los denominados low-rise, cuyo permiso de obras se conceda a partir de 2023 mientras que los edificios de mayor altura o high-rise, dispondrán de una moratoria de cuatro años adicionales, hasta 2027, para cumplir con estos requisitos en el diseño de sus sistemas de suministro energético.

NYC Council

Esta nueva ley contará con determinadas excepciones donde sí que se podrá continuar empleando el gas como fuente calorífica,  incluyendo en éstas excepciones a hospitales, lavanderías industriales, los crematorios funerarios y los generadores de emergencia que muchos edificios incorporan como medida para garantizar las condiciones de seguridad y evacuación de los edificios en caso de una pérdida total de suministro eléctrico.

Es sabido y objeto de estudios que casi el 40% de las emisiones de carbono a la atmósfera del país, y en particular, más de la mitad de las emisiones de la ciudad de Nueva York de este gas, provienen específicamente de los edificios.

Otro objetivo: Calidad del aire interior

Los aparatos domésticos eléctricos contribuyen de forma clara a mejorar la calidad del aire interior de las viviendas y otros tipos de edificios, al eliminar las emisiones generadas por la combustión y las potenciales micro fugas de gas natural, que estarían relacionadas con el asma y en algunos casos incluso con  el cáncer”. Investigaciones recientes muestran que niños que vivían en hogares con cocinas a gas tenían un riesgo un 42 por ciento mayor de experimentar síntomas de asma.

Esta nueva ordenanza también establece, a su vez, la realización de dos exhaustivos estudios encargados a la Oficina de Planeación y Sostenibilidad, dependientes directamente de la oficina de la Alcaldía. 

El primero de estos estudios examinará la implantación del uso generalizado de la tecnología de bombas de calor reversibles para su uso en calefacción y generación de agua caliente sanitaria, mientras que el segundo se trataría de un estudio sobre el impacto que la nueva ley supondrá en la red eléctrica de generación, suministro y distribución de la ciudad.

Obviamente ,el rechazo masivo de la industria productora contra las prohibiciones del uso del gas natural nunca se han hecho de esperar ante estas medidas, pero esto no ha impedido que muchas ciudades de todo el país hayan asumido el reto y el esfuerzo. 

Al menos 42 ciudades de California han actuado para limitar el uso del gas en los nuevos edificios, e incluso ciudades de un tamaño significativo como Salt Lake City y Denver también han hecho planes para avanzar hacia la electrificación total de las edificaciones.

Berkeley, California, se convirtió en la primera ciudad de los EE. UU. en prohibir las conexiones de gas en las nuevas construcciones ya en 2019.

Ahora, Nueva York la ciudad más grande de los Estados Unidos se une al desafío de eliminar gradualmente los combustibles fósiles de las nuevas construcciones.

Esta prohibición del uso del gas en los edificios se verá ya plasmada formalmente en la normativa local dentro de la revisión de 2022 del NYC Building Code, la normativa técnica fundamental, que junto con la Zoning resolution, rige la construcción en esta ciudad.

La industria de la construcción y la promoción inmobiliaria  ya está trabajando en un plan para adaptarse a este nuevo paradigma y más concretamente para el primer rascacielos totalmente eléctrico de la ciudad. 

En el sector, las reacciones a esta legislación han sido diferentes y encontradas. Por una parte, los edificios 100% eléctricos añaden un componente de eficiencia en su funcionamiento y simplicidad en su diseño y ejecución. 

Por otro lado, existen en EEUU, inercias establecidas en el consumidor que asocia el uso de gas con una mayor calidad en la habitabilidad, algo hasta cierto punto lógico en un país que es uno de los mayores productoras mundiales de este combustible y además, la industria asociada no ha escatimado recursos en promover mediante recursos publicitarios tan vigentes hoy por hoy como campañas en redes sociales por parte de los llamados influencers, mensajes resaltando las supuestas virtudes de la gastronomía preparada con cocinas de gas.

Pero aun así, en Nuev York, y como hito del inicio de esta transición, los trabajos de construcción han comenzado ya en el desarrollo situado en el downtown de Brooklyn por parte de la compàñia Alloy Development, con su llamado llamado Alloy Block, un complejo que incluirá cinco edificios con más de 850 apartamentos, 200,000 pies cuadrados de espacio para oficinas, 40,000 pies cuadrados de tiendas minoristas y dos escuelas públicas, todo ello diseñado con los estándares Passivhaus.

Cómo se genera la energía que Nueva York consume

Cuando hablamos de eliminar completa o parcialmente los combustibles fósiles de la ecuación del consumo energético en una ciudad que va camino de los nueve millones de habitantes, hay que ser coherente y reconocer que a día de hoy, lo que ello supone es un traslado del consumo y emisiones de dicho gas hasta los puntos de generación eléctrica.

El 65% del suministro eléctrico que hoy demanda Nueva York es generado mediante combustibles fósiles, seguido por un 25% de origen nuclear para dejar un marginal 10% a las fuentes renovables como la energía  hidroeléctrica, eólica y solar.

Por ello, el desafío para estos movimientos en favor de la reducción de emisiones a la atmósfera depende claramente del aumento de la capacidad de generación eléctrica tanto renovable como nuclear dentro del entorno geográfico del noreste de los EEUU.

Parques eólicos marinos en NY

A finales de 2013, el estado de Nueva York ocupaba el decimoprimer puesto en los Estados Unidos en cuanto a capacidad de generación de energía eólica instalada, con 1.722 MW instalados.

En 2016, la generación eólica proporcionaba el 2,94 % de la producción de energía del estado. Este porcentaje aumentaría a 3,66% en 2019.

Para ayudar a cumplir los objetivos de energía renovable marcados por el estado para la generación de  energía eólica,  hasta hoy en día, se han licitado en las costas de la plataforma continental frente a Nueva York y Long Island 5 campos eólicos marinos que se espera generen un total de más de 4.300 megavatios y que representarán casi el 50 por ciento de la capacidad necesaria para alcanzar el objetivo de energía eólica marina para el estado, de 9.000 megavatios en 2035.

Esta potencia instalada suministrará electricidad a más de 2.4 millones de hogares y se espera que creará 6.800 puestos de trabajo en el sector.

Los dos campos marinos más cercanos a la ciudad, el denominado campo Empire 1 y 2 contarán con su puerto de acceso de montaje de componentes y suministros en la terminal de carga del puerto de Brooklyn.

Nuclear

A finales de 2020, había en EEUU 94 reactores nucleares en funcionamiento con una capacidad de generación combinada de aproximadamente 96.555 MW. 

Desde 2014 hasta 2018, la capacidad de generación nuclear anual y la generación de electricidad aumentaron año tras año incluso cuando disminuyera el número de reactores en funcionamiento.

Las mejoras en las capacidades eléctricas en las centrales nucleares han hecho posible que toda la flota de reactores nucleares en funcionamiento mantenga una capacidad de generación de electricidad total relativamente constante. 

Estas mejoras, combinadas con tasas de utilización de alta capacidad facilitaron a las plantas de energía nuclear mantener una participación constante de alrededor del 20% de la generación eléctrica total anual de EE.UU. desde 1990 hasta 2021. 

Algunos reactores también aumentaron la generación anual de electricidad al acortar la duración de tiempo en que estos reactores están fuera de servicio durante las operaciones de mantenimiento y recarga de combustible.

Indian Point Nuclear Power Plant, en el río Hudson

Aun así, a día de hoy, se espera que solo dos nuevos reactores que ahora están en construcción, las unidades Vogtle 3 y 4, en el estado de Georgia entren en funcionamiento antes de 2023.

Con todo esto se abren ante la situación geopolítica y energética mundial que vivimos actualmente muchos interrogantes sobre el futuro de la energía nuclear y su papel a la hora de garantizar una fuente estable y constante que de apoyo y respaldo a las intermitentes fuentes renovables.

La Administración de Información Energética de EE. UU. proyectaba en su Annual Energy Outlook 2022 que si bien en este año se ha agregado nueva capacidad de generación de electricidad nuclear, las retiradas de operación y la reducción de potencia de algunos reactores darán como resultado, con la tendencia actual, de una capacidad total de generación de electricidad nuclear total menor en 2050 que en 2021.

Frente a estos previstos cierres de reactores que se esperan en los próximos años, parece que la opción de los nuevos reactores experimentales, con modos de operación más simples y supuestamente más seguros que los que hoy en dia dan servicio comercial, es el único camino a seguir si se quiere seguir teniendo a la generación nuclear como respaldo a las fuentes de producción renovables.

Otras leyes 

En este impulso que se quiere dar en la mitigación de la presión medioambiental que una ciudad como Nueva York ejerce en este área del Noreste de los Estados Unidos, se unen otras iniciativas legislativas, algunas de las cuales van en la línea de las adoptadas en otras latitudes.

New Green Deal

La iniciativa local de Nueva York en respuesta a la iniciativa política denominada en 2019 como New Green Deal es la denominada Local Law 97 o Climate Mobilization Act, cuyo objetivo principal es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30 por ciento para 2030 para combatir las causas de origen humano del cambio climático.

A tenor de esto, las estructuras y edificios construidos que midan 2.500 metros cuadrados o más, son ya evaluadas en base a su eficiencia energética considerando los aspectos de envolvente térmica, fuentes y consumo de energía empleadas por sus sistemas y tendrán el mandato de colocar esta calificación, representada mediante las ya habituales letras comprendidas entre la A y la F, en un lugar «claramente visible» en el edificio, similar a cómo el Departamento de Salud otorga a los restaurantes una calificación de seguridad alimentaria que se muestra de manera prominente, tal como hemos tratado ya hace tiempo en otro capítulo de este podcast.

Local Law 92/94 solar in buildings

En la misma dirección, la Local Law 94/92 exige que los proyectos que involucren la construcción o ampliación en los edificios instalen infraestructura de energía solar fotovoltaica o en su defecto una cubierta verde en todo el espacio de cubierta no ocupada por las instalaciones propias del edificio.

Los edificios que por condicionantes de forma no puedan acomodar un mínimo para la generación de 4 kW de energía solar fotovoltaica o 200 pies cuadrados de cubierta verde, pueden acogerse a una exención especial de este requisito.

Esta ordenanza  entraba en vigor el 15 de noviembre de 2019 y esta ya comenzando a modelar el nuevo paisaje de las cubiertas y el llamado skyline de Nueva York, a la vez que fomentando nuevos sectores profesionales y de la economía dentro del mundo de la construcción.

Bird Friendly design

La Local Law 15/2020, denominada Bird Friendly design que entró en vigencia el 10 de enero de 2021, es una buena noticia para los defensores de la vida silvestre y, por supuesto, para las aves. 

Las nuevas edificaciones deben ya  cumplir con una serie de requsitos en el diseño de sus fachadas para evitar que las aves vuelen y colisionen contra las superficies acristaladas de estos edificios.

Estudios científicos estiman que 240.000 pájaros mueren anualmente en la ciudad al chocar contra superficies transparentes o semitransparentes de los edificios. 

A nivel nacional, el número se estima que es de alrededor de mil millones. 

Y la mayoría de estas aves tampoco son palomas, las cuales podría pensarse que no es una especie clasificada como de encontrarse en situacion de peligro, sino que muchas de estas aves pertenecen a especies en ruta durante sus migraciones anuales. 

Cansadas durante los largos vuelos, muchas confunden los reflejos y destellos en las ventanas de vidrio con las copas de los árboles donde posarse a descansar.

La nueva ordenanza de Nueva York, que se une a una serie de otras ciudades con similares regulaciones favorables con las aves, utiliza la clasificación de amenazas materiales establecida por la American Bird Conservancy para guiar a los diseñadores. 

Cuanto menor sea el parámetro denominado como factor de amenaza, menos peligroso es un diseño de un elemento de fachada para las aves. 

Se requiere un factor de amenaza de 25 o menos para los cerramientos exteriores y las «instalaciones con potencial peligro para aves», tales como barandillas y barreras acústicas de vidrio. 

También establece la norma que se deben evitar las «condiciones de vuelo a través», que harían que las aves pensaran que podrían volar a través de un área debido a las superficies transparentes de vidrio.

El uso de grabados, serigrafiados y otros patrones en los vidrios se plantean en muchos casos como opciones que favorecen la reducción de este factor de amenaza para las aves.

Las prohibiciones al uso del gas en los edificios son solo el último desafío para una industria ya bastante asediada por campañas contra el fracking, los oleoductos y las centrales de generación eléctrica que se abastecen con gas.

El uso del combustible conocido durante mucho tiempo como gas natural, es sabido que es menos dañino para la salud respiratoria que la combustión de derivados directos del petróleo y emite a la atmósfera menos carbono, pero su producción también libera metano, un gas de efecto invernadero aún más potente.

De hecho, las tendencias han puesto a la industria del gas lo suficientemente nerviosa como para presionar a los estados para que prohíban a las distintas localidades promulgar prohibiciones contra el uso del gas. 

En esta línea y hasta el momento, 20 legislaturas estatales, han aprobado ya leyes que impiden establecer estas prohibiciones influenciadas por el lobby de las compañías gasísticas que además, en el actual panorama geoestratégico de la energía, han cobrado renovado protagonismo en el balance mundial de la producción energética.

Serán iniciativas de este tipo un mero traslado del consumo de combustibles fósiles desde los puntos de consumo de estos hasta las plantas de generación eléctrica?

Se logrará compensar el pool eléctrico con fuentes renovables y energía nuclear? 

Es razonable tener dudas al respecto y decir que los interrogantes siguen sobre la mesa.

Aun así, Nueva York, esta ciudad, ya sabe lo que es ser golpeada duramente por eventos climáticos extremos que dejaron profundas cicatrices en las calles y sus costas, de las cuales, algunas  aún están siendo reparadas, y por ello, con las fricciones inherentes a estos profundos cambios estratégicos, ha tomado la determinación de ponerse a la cabeza de las respuestas y liderar un cambio de dirección en el modo en que empleamos ese preciado recurso que es la energía.